Esta madrugada, el 8 de diciembre de 2024, las calles de Damasco se convirtieron en el escenario de un cambio político. Las fuerzas rebeldes, lideradas por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), entraron en la capital siria.
La falta de apoyo de Rusia permitió a los rebeldes avanzar. El régimen de Bashar al-Assad perdió su control tras más de cinco décadas de dominio.
Asad, que había mantenido el poder desde 2000, huyó a un destino desconocido. La ofensiva rebelde se convirtió en el clímax de una serie de avances estratégicos.
Días antes, HTS lanzó ataques desde su bastión en Idlib, capturando la ciudad clave de Homs. Este golpe decisivo abrió el camino hacia Damasco, demostrando la fragilidad del régimen.
La caída de Damasco marca el fin de una era que comenzó en 1970, cuando Hafez al-Assad tomó el poder. Su gobierno represivo dejó una huella en la política del Medio Oriente.
En Damasco, escenas de euforia y caos caracterizan las horas posteriores a la entrada de los rebeldes. Miles de prisioneros políticos han recuperado su libertad.
La comunidad internacional observa cautelosa, sabiendo que la caída de un régimen no garantiza estabilidad. Las facciones rebeldes, aunque unidas en su oposición a Asad, tienen agendas diferentes.
La infraestructura de Damasco, debilitada por años de conflicto, se encuentra al borde del colapso. La necesidad de ayuda humanitaria se hace más urgente que nunca tras estos sucesos.