La aviación argentina tuvo un papel crucial en la Guerra de Malvinas, logrando dañar severamente a la flota británica, pese a la superioridad tecnológica y numérica de los Sea Harrier británicos. A través de ataques audaces y estrategias de vuelo a baja altura, los pilotos argentinos lograron hundir varios buques enemigos.
Durante el conflicto, los aviones argentinos partieron desde las bases de San Julián y Río Gallegos, en Santa Cruz, y desde la base aeronaval de Río Grande, en Tierra del Fuego. Con modelos como los A-4 Skyhawk, Mirage III y Super Étendard, los pilotos llevaron a cabo misiones arriesgadas que infligieron importantes bajas a la Royal Navy.
Uno de los ataques más impactantes fue el hundimiento del destructor HMS Sheffield el 4 de mayo, cuando un misil Exocet AM39, lanzado desde un Super Étendard bajo el mando de Augusto Bedacarratz, impactó en el buque y provocó su hundimiento seis días después.
El 25 de mayo, cuatro aviones A-4 Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina lograron hundir el destructor HMS Coventry tras impactarlo con tres bombas de 500 libras, causando su hundimiento en menos de media hora.
Otros buques británicos hundidos por la aviación argentina incluyen:
- HMS Ardent (Fragata Tipo 21): Hundida el 22 de mayo tras recibir múltiples impactos en un ataque conjunto.
- HMS Antelope (Fragata Tipo 21): Destruida el 24 de mayo tras la detonación accidental de una bomba alojada en su estructura.
- RFA Sir Galahad (Buque de desembarco logístico): Atacado el 8 de junio, fue considerado pérdida total tras incendios incontrolables.
- Atlantic Conveyor (Portacontenedores): Impactado el 25 de mayo por un misil Exocet, se hundió días después.
La valentía y el ingenio de los pilotos argentinos marcaron un hito en la historia de la guerra aeronaval, logrando desafiar a una de las flotas más poderosas del mundo y dejando un legado de heroísmo en la historia argentina.