Hace cuatro décadas, Michael Myers llegaba a la gran pantalla y contra todos los pronósticos se convertía en una de las películas más rentables de todos los tiempos. Nos metemos con este clásico y sacamos algunas conclusiones sobre su leyenda
Como la mayoría de las producciones independientes de terror, Noche de Brujas (Halloween, 1978) se realizó con muy poco dinero y a las apuradas. Pero, a diferencia del resto de los jóvenes que se aventuraban al género, su director no estaba improvisando en el set. JohnCarpenter tenía las cosas claras y no requería de grandes armas para provocar terror en los espectadores. Para él, solo bastaba el lenguaje cinematográfico en su máxima expresión.
A cuarenta años de su lanzamiento, las adversidades que rodearon su realización han agrandado su leyenda: se rodó en apenas 20 días, tuvo un presupuesto de 325 mil dólares –y la mitad se invirtió en cámaras-, y los actores rosaban el amateurismo. Una serie de factores que podrían haber alterado la calidad del producto si el padre de la criatura hubiese sido otro realizador. Pero estamos hablando de un tipo con convicciones.
Desde un principio, Carpenter se imaginó a Michael Myers, el asesino protagonista, como una fuerza incontrolable. Él no trato de darle cierta profundidad ni justificar sus actos, el killer con la máscara blanca no tenía grandes motivaciones: mataba por matar. Una particularidad que lo destacaría de otras leyendas como de Psicocis (Psycho, 1968) y asimismo comenzaría una oleada de homicidas similares.
Además, como contrapartida del tipo que elimina niñeras con un cuchillo de carnicero, el film resignificó el rol de las mujeres en las cintas de horror. En el papel de Laurie Strode, la joven que tiene que escapar de los cuchillazos, Jamie Lee Curtis se convirtió en la “Scream Queen” más icónica de todos los tiempos. Y los motivos son evidentes: ella huye pero también enfrenta a su hostigador.