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Pablo Lescano, en la intimidad de su estudio

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Jueves 25 de octubre, 21 horas, barrio San Fernando Pablo Lescano tiene su estudio de música. Repleto de fotografías de su infancia y de cuadros de sus primeros discos. En un lugar destacado, una imagen de el con Diego Maradona.

En el estudio, rodeado de cuadros de Los Simpson y muchas luces, que remiten a un set televisivo, Pablo pasa horas y más horas. Se siente en su hábitat, con sus músicos que van a ensayar y con su mágico teclado siempre encima. Siempre atento a todo lo que sucede alrededor, pero sin dejar de mostrarse relajado, el cantante ceba mate casi sin interrupciones. Tras ofrecer un amargo, que hace poco dejó las harinas: se lo observa más delgado.

Lescano creó un género: la cumbia villera, que en un primer momento generó polémica por sus letras, vinculadas con la marginalidad. Con los años, logró trascender los prejuicios, rompiendo mandatos con su manera de ser políticamente incorrecto. Lo impensado: el rock le abrió sus puertas. Registra colaboraciones con Fidel NadalLos Fabulosos Cadillacs Andrés Calamaro, además del hito de haberse presentado en el Lollapalooza. Pero las clases altas también incorporaron su música. Hoy, por caso, Damas Gratis brinda shows privados en Puerto Madero.

Surgido de una familia humilde, Pablo enfrentó distintos escollos en sus 40 años de vida. En 2002, un accidente en moto lo dejó postrado en una cama por ocho meses.

Esta es su historia. Contada en primera persona.

Pablo Lescano, en su estudio (Fotos: Nicolás Aboaf / Teleshow)
Pablo Lescano, en su estudio (Fotos: Nicolás Aboaf / Teleshow)

—¿Cómo definís este 2018?

—Eufórico: sonando en los boliches, sonando en las casas, en los semáforos, en la vía pública, en la radio. El afán del músico es que tus canciones se hagan conocidas. Antes solamente la gente que me seguía me escuchaba, y hoy está un poco más masivo.

—¿Cómo lograste volverte tan popular en este último tiempo?

—Creo que sería un persevera y triunfarás. Es todo el tiempo estar metido  en el estudio, o en los boliches tocando y palpando la realidad, los pies en la tierra. Entonces, te das cuenta de todo. Y hoy te digo que sí, Damas Gratis la está pegando. Podemos tocar en el Lolapalooza y también tocamos en Ruta 3 a la altura de González Catán, en una parrilla que se llama El Maza, para 150 personas. Por eso te digo lo de los pies en la tierra: tocamos en todos lados. Tocamos en Puerto Madero en una fiesta privada, tocamos en el conurbano y tocamos en un municipio.

—Sin embargo, tus comienzos no fueron tan fáciles…

—No, los comienzos es como todo: empezar de cero, juntar un billete, pagar un estudio de grabación, grabar mis canciones, hacer lo que yo quiero, como yo quiero, y producir el disco.

—¿Tu familia siempre te apoyo en este camino?

—Nadie empieza tocando en un grupo de punta, en un grupo popular o conocido. Primero toqué en un grupo de barrio donde hacíamos covers de Siete Lunas, La Nueva Luna, Los Mirlos, y después me vinieron a buscar de Amar Azul. Ya estaba en quinto año en la escuela normal y fuimos a tocar con los Amar Azul, a la escuela. Y me acuerdo que arrancamos a tocar, pero no podíamos porque estaba la bandera de ceremonia, y la directora agarrándose la cabeza. Bueno, se fue la bandera de ceremonia y ahí arrancó todo, con Amar Azul.

—¿Pero qué opinaban de tus canciones?

—Mi vieja me decía: “Tenés que terminar el colegio, eso no te va a dar de comer”. Ella quería que estudie y a mí me apasionaba el teclado, y yo estaba horas y horas tocando; así fueron los comienzos. Tocaba en grupitos de barrio, en  cumpleaños de 15, que solo te pagan el flete y vos bajás las cajas, armás el sonido, tocás como puedas.

—Si volvieses a empezar, ¿harías algo distinto?

—Sí, no andaría en moto.

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—Contame sobre ese accidente que tuviste…

—Tenía una moto, y la tenía en la casa de un amigo. Yo tenía que hacer unas cosas y la fui a buscar; fui en la moto, él me la traía en un remís, y se largó a llover. Y cuando volvía me pegué un palo: choqué contra un auto, sin seguro, nada.

—¿Eso te costó cuántos meses en la cama?

Entre seis y ocho meses en cama sin poder caminar, fractura en las dos piernas, un flash. En ese tiempo hice las canciones del segundo disco de Flor de Piedra, y las canciones de Damas Gratis. Me acuerdo que iba a grabar en sillas de ruedas a Damas Gratis y ahí es donde me encontré con la puerta del estudio y con el tema de probar, de cantar y esas cosas. Yo nunca había cantado; tocaba los teclados, producía, tenía noción de lo que era producir, pero no cantaba.

—¿Ahí ya ibas viendo la repercusión?

—No, no veía el éxito. Cuando tocamos explotaba el boliche, se caía abajo porque era lo nuevo, y sin salir en televisión. Así que cuando fuimos a la tele, por más que no nos dejaran tocar en vivo yo sabía que en la noche, cuando tocaba en los boliches, era Gardel.

—¿Porque no los dejaban tocar? ¿Por las letras?

—Lo de las letras y esas cosas vino después, al salir Flor de Piedra y Damas Gratis, con canciones, temáticas y léxico de cómo se habla en el barrio en el conurbano.

—¿Y no tenías ese hambre de salir del barrio?

—No. Es que cuando grabé Damas Gratis se lo hacía escuchar en el barrio y yo ya estaba hecho: mirá la letra de lo que dice, habla como nosotros, ¿entendés? Identidad. Suficiente.

—Y hoy que lograste más que eso, ¿qué te genera?

—Hoy por hoy podemos tocar en lugares donde antes era impensado o donde antes había un prejuicio. Damas Gratis pasó esa barrera, y ahora es un grupo popular argentino.

Mate en mano, termo en el regazo, piernas cruzadas sobre la silla: Lescano, auténtico
Mate en mano, termo en el regazo, piernas cruzadas sobre la silla: Lescano, auténtico

—¿Luchaste contra muchos prejuicios?

—Sí. Si no quieren que toqué ahí, ¿qué me importa? Sigo tocando en Escombro, en el Club Patria de Fuerte Apache. Y sigo tocando en Laferrere, en González Catán, en Lomas de Zamora, Florencio Varela, Berazategui, Quilmes. Hoy toco en Palermo, en el Lollapalooza; no sé, en todos lados.

— ¿Y nunca dijiste: “Bueno, ya me cansé de esto”? ¿No hubo un momento en que dijiste: “Pateo el tablero”?

—¿Y me vuelvo qué? ¿Una banda de pop, y hago un solo show por mes? No. Nosotros estamos para… Adonde nos llamen vamos a ir, en una fiesta privada o, como te decía, tocando en una cena show: 500 pesos con comida y ves a Damas Gratis.

—¿De qué te sentís orgulloso?

—De subir al escenario y que sea digno lo que hacemos, ¿entendés? Y estar así y hacer ¡tang!, apretar una tecla y saber que la gente explota.

—¿Cómo es venir de un hogar humilde a vivir mucho mejor?

—Con mi familia sí llegábamos a fin de mes. Mi papá laburaba en Coca Cola y comíamos mucho churrasco y sopa, pero en mi casa nunca faltó un plato de comida. Y si pasó nunca me percaté o la disimularon muy bien. Mi viejo laburaba de camionero, toda la vida. Pero yo no me acuerdo que haya faltado el plato de comida en mi casa, ni me voy a poner en mártir a decir: “No, yo sé lo que es…”. Si pasó no me acuerdo, porque era muy chico o porque no se notó.

—¿Son una familia de cuántos hermanos?

—Tres hermanos. Junior Matías Adolfo, el más chico, mi hermana Romina y yo, el más grande.

—¿Eran muy unidos?

—Sí, muy unidos. Mi hermano con un atraso madurativo, es decir que me conozco todos los sectores del (Hospital) Garrahan, de ir a la foniatra, a la psicopedagoga, de ir hasta Constitución y de ahí caminando hasta el Garrahan por Garay, o Brasil; el caminito me lo sé. Me acuerdo de que esa fue mi infancia, por ese lado sí fue un poco sacrificado con esto de mi hermano. Hoy de grande me acuerdo y digo: “Hijos de puta el tema del ninguneo de ‘Andá a llevar a tu hermano y vení, así vamos a tal lado’. ‘Mi hermano viene conmigo sino no vamos’. ‘De que si van, no sé a la canchita a jugar, andá a llevar a tu hermano y volvé’. ‘Mi hermano se queda conmigo'”.

Pablo Lescano; atrás, una pintura de su teclado: todo un símbolo
Pablo Lescano; atrás, una pintura de su teclado: todo un símbolo

—Muchas veces se dice que la noche tiene mala prensa. Vos que trabajás ahí, ¿lo ves, lo percibís?

—Termina el show y nos volvemos cada uno a su casa, con sus respectivas familias. Y el domingo a levantarse al mediodía, con tres horas de sueño, descansado, se despierta y comemos un asado, o vamos a comer a algún lado. Y a la noche te dormís temprano porque al otro día, ya de lunes a viernes, arranca el horario escolar: los chicos a las 6 y media de la mañana arriba, el desayuno, hay que llevarlos al colegio.

—¿Te cambió mucho la paternidad?

—Y sí, es un tema. Yo antes estaba en el estudio de grabación y terminaba de grabar, ensayaba y de ahí a los shows, y de ahí me iba a descansar un par de horas y me levantaba y me volvía al estudio. Si no estaba ese ingeniero estaba otro, y yo ya seguía grabando. Y terminaba de grabar, me iba a descansar o me iba a los shows, directamente me pasaban a buscar por el estudio con la combi.

—¿Es una vida muy difícil la del músico?

— Sí, pero yo creo que las tentaciones no están en el ritmo que hago porque no tengo tiempo. No somos una banda que llegamos y tenemos el catering, donde caen todos y ninguno come nada, nadie consume nada. Nosotros vamos a hacer nuestro trabajo, a hacerlo bien, a dedicarnos y a enfocarnos en que tenemos que hacer. Después, cada uno es dueño de su vida personal y que haga lo que quiera. Pero cuando vamos a tocar, la banda es digna y tocamos cumbia, y tocamos bien. Si pifiamos es porque a veces nos ponemos nerviosos, como todos. La orquesta, como le decimos ahora, está afilada. Pero me voy de vacaciones, me voy a otro país, y ya no me saluda nadie y me pongo triste; estoy acostumbrado a que me saluda la gente. Ese cariño está buenísimo. Estoy re mal acostumbrado, extraño. Llega un sábado y no tengo que ir a tocar… ¿y qué hago? Miro el techo, camino por las paredes…

Damas Gratis en escena, liderados por Lescano (Nicolás Aboaf)
Damas Gratis en escena, liderados por Lescano (Nicolás Aboaf)

—¿Qué fue lo más difícil que te tocó vivir en estos años?

—Y… pasan cosas, pasa de todo. La vida, vivir la vida. Hay cosas buenas, cosas malas. Por ahí cosas que me dan bronca: no soy dueño de los primeros discos de Damas Gratis. Me da mucha bronca.

—¿Como hiciste para salir de tu época oscura?

—Eso pasó en 2004; estamos en 2018. Pero no te condena… Todo sirve de experiencia para no volver a pisar el palito y caer en esas pelotudeces, en donde a uno le nubla cabeza, en donde no tiene los pies sobre la tierra, porque ahí estás volado.

—¿Se cae fácil en las adiciones?

—No sé. A mí me pasó de grande. Yo hice los temas, las canciones, sin pasar por las adicciones, y sabía de lo que estaba hablando por verlo en la esquina, en el bar, en la vereda, en lo cotidiano. Mis amigos decían: “No le conviden a Pablo porque le van a cagar la vida”. A mí nadie me convidó: yo fui solo y metí el hocico ahí, de perro, para ver qué onda, y es un error que cometí. Y después me costó mucho volver a ser el Pablo que soy hoy, con los patos en fila, porque estaba más loco que un marciano. Con popularidad, fama, imaginate: me llevaba el mundo por delante y así me fue también. Caía preso, como todos. Hoy por hoy esas cosas no pasan porque no estás no sé si maduro o ya las pasé; y ahora sé lo que es mejor para uno.

—¿Cuál es la mayor lección que aprendiste?

—Yo la nariz de vuelta ahí no la meto. Pero por eso te digo: si a un tipo de Fórmula 1 lo falopeamos y lo mandamos a correr, se da contra un muro. Acá pasa lo mismo. Te mandamos a la noche al trajín que hacemos o mandame a manejar, y si merqueo, voy a terminar estampado contra un palo.

Pablo Lescano (Fotos: Nicolás Aboaf / Teleshow)
Pablo Lescano (Fotos: Nicolás Aboaf / Teleshow)

Damas Gratis tocará en el Estadio Luna Park el 10 de diciembre. Las entradas estarán disponibles desde este domingo a las 22 por Internet en TicketPortal, y a partir del lunes a las 10 horas en las boleterías del Luna Park. “La mitad de las entradas salen por Internet y la otra mitad por boletería. Así es mas justo para todos”, explicaron en la página oficial del grupo.

 

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