Lo que somos es el producto de lo que hacemos. Aunque no lo advirtamos, a cada momento creamos y recreamos el modelo de vida que llevamos. Es cierto que a menudo nos sorprendemos con situaciones que no estaban en nuestros planes, pero la libertad es la herramienta más preciada que podemos utilizar para revertir las cosas y revitalizar la rutina.
Para eso, compartimos a continuación 20 formas de llevar a la práctica el cambio
Hacé solo lo que realmente querés.
Aprender a decir que no es aprender a escucharnos y a elegir lo que queremos y podemos hacer. No prometas ni te ates a acciones que te generan malestar. En vez de ser esclavo de tus palabras, comenzá a ser dueño de tus silencios y de tus elecciones.
Planificá tus próximos 6 meses.
Cuando sentimos que “el tiempo pasa volando” puede deberse a que la vida nos está pasando por encima. Comenzá a planificar lo que quisieras hacer en el media no plazo para poder ir en esa dirección.
Respondé a esta pregunta: ¿Dónde quisieras estar dentro de 5 o 10
años?
Animate a visualizar dónde y cómo quisieras vivir. Muchas veces no alcanzamos nuestras metas simplemente porque nunca las formulamos y, entonces, no sabemos cómo accionar para llegar a ellas.
Viví sin miedos.
Pensá en todas las cosas que no hacés por miedo a fallar, a hacer el ridículo o a la reacción de los demás. Recordá cuánto admiramos a aquellos que se animan. Sería ideal superar un pequeño miedo cada día o cada semana. Esto te hará sentir más fuerte y orgulloso de vos mismo.
Hacé un cambio radical.
Cortarte el pelo, cambiar de medio de transporte, rotar el horario de trabajo. Un cambio de eje puede ayudarte a modificar el punto de vista y, sobre todo, a verte y sentirte distinto. Romper la rutina ayuda a mejorar el ánimo, y este puede desencadenarse con una pequeña acción.
Dejá los malos hábitos.
Si sentís la necesidad de cambiar es porque estás haciendo cosas que no te gustan y no van con vos. Ahora que lo sabés, rectificá todo aquello que te afecta o te hace sentir mal. Si sabés que tomás mucho café, por ejemplo, reemplazá una de esas tazas por té. Comenzá poco a poco. Todo depende de vos.
Modificá el diseño de tu entorno.
Cambiá de lugar los muebles de tu casa, reorganizá tu ámbito en la oficina.
Los pequeños cambios, por minúsculos que parezcan, tienen el poder de renovar tu estado anímico. Después de todo, a nadie le gusta visualizar el mismo paisaje todos los días de su vida.
Meditá.
Utilizar mandalas y animarte a pintar y colorear como cuando eras un chico puede ser un ejercicio de introsintrospección. Si la meditación no es para todos, este tipo de actividades puede servirte para descubrir un nuevo modo de pensamiento y desacelerar tu ritmo mental.
Pasá un tiempo a solas.
Si necesitás cambiar de vida, empezá por hacer un ejercicio de introspección. Aprendé a disfrutar de los pequeños placeres y de los mementos más simples, sin depender de nadie. Elegí actividades que te ayuden a sentir que vos sos tu mejor compañía.
Planificá tu día.
No permitas que las tareas te caigan encima. Las mañanas y las tardes transcurren respondiendo a las demandas externas que van apareciendo, sin que tomemos el control de lo que hacemos. Planificar es elegir qué vas a hacer, cuándo y de qué manera.
Despojate de lo que no usás.
Acumular es arrastrar el pasado que nos pesa. Ropa de otra época, apuntes de la facultad, objetos que te regalaron y nunca usaste, la manera de avanzar es hacer lugar a lo nuevo, y podés empezar por tu entorno inmediato.
No te preocupes antes de tiempo.
Suele ser peor la idea que nos generamos mentalmente de un problema, que el acontecimiento en sí mismo. En vez de pasar una semana preocupado, pensá en lo bien que estás hoy mismo. Es mejor ocuparse cuando es debido, que sufrir de antemano.
Utilizá mensajes alentadores.
Hay frases, extractos de libros o pequeñas estrofas de una canción que
alguna vez te hicieron bien. Utilizalas en lugares estratégicos para poder visualizarlas a diario y que se transformen en una bocanada de aire fresco cada vez que el agobio te alcance.
Escapate.
Desconectate, tomate un fin de semana, y despojate de todo, incluso del celular. Aunque sea en casa, este es un buen ejercicio de “desenchufe
total” que vale la pena poner en práctica por más difícil que parezca