Humilde, sencillo, de pocas palabras, gran amigo. Así lo recuerdan sus compañeros del Regimiento 7. Víctor Rodríguez, nacido en Banfield, había tenido que dejar sus estudios para trabajar y ayudar a su familia.
Su padre Fermín Rodríguez trabajaba en la fábrica Volcán, su madre Benigna Sena, en un colegio. A veces la plata no alcanzaba, pero juntos y con sacrificio luchaban para darle lo mejor a sus hijos.
Víctor se había enamorado por primera vez. Y soñaba con formar una gran familia. Cuando le tocó partir hacia las islas dejó a su novia Mabel Godoy con la promesa de volver. Pero quedó en el campo de batalla.
A Víctor le tocó la Compañía C del Regimiento 7. Los soldados estuvieron en sus trincheras en Monte Longdon durante toda la guerra, donde se desarrolló la mas cruenta de las batalla y se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo con bayonetas.
Los ingleses sabían que si tomaban los montes -Harriet, Dos Hermanas y Longdon- sería clave para el avance final. Lo que no sabían es que aquella conquista les iba a costar sangre y sudor.
Exhaustos, mojados, ya con las raciones de comida disminuidas, habiendo soportado el frío durante más de 40 días, los argentinos combatieron con fiereza y valor.
Frente a los paracaidistas británicas, el PARA 3, Víctor cayó luchando entre balas trazantes y explosiones de mortero, muy cerca de la posición del subteniente JuanBaldini, uno de los sectores más castigados por el fuego enemigo.
Rodríguez fue enterrado sin nombre en el cementerio de Darwin: no tenía su chapa identificatoria, como ocurrió con mucho de los conscriptos. Durante 36 años la placa de granito que precedió su tumba rezó: “Soldado argentino solo conocido por Dios”.
Al finalizar la guerra, un joven oficial del Ejército se acercó hasta la casa de los Rodríguez. La madre del soldado abrió la puerta. El militar solo le dijo: “Su hijo está desaparecido en acción”. El hombre no se animó a decirle la verdad, que su hijo había muerto en la guerra. La madre durante muchos años mantuvo la esperanza de verlo regresar.
Su hermana Nora siempre quiso saber dónde estaba ese hermano que había perdido en la guerra cuando ella tenía solo cuatro años. Siempre quiso tener una tumba donde llorarlo o dejarle una flor. La causa por la identificación de los caídos en Malvinas -impulsada por el veterano Julio Aro, junto a esta periodista de Infobae, el apoyo del músico inglés Roger Waters y del coronel británico Geoffrey Cardozo, quien enterró a los argentinos en Darwin- fue la llave que permitió a ella conocer el destino final de su ser querido. Hoy son 103 los soldados identificados de Malvinas.
En el Espacio de la Memoria, Nora Rodríguez junta a Mabel Godoy recibieron la noticia que tanto habían esperado: Víctor fue identificado, su cuerpo yace en la tumba D.B.5.11.
“Cada vez que les comunicamos a las familias una identificación positiva, sentimos que estamos saldando una deuda del Estado con nuestros héroes de Malvinas y sus seres queridos”, dijo Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos, después de notificar a la familia junto con miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense e integrantes del Centro Ulloa.
“Gracias al diálogo abierto y sincero, superamos muchos obstáculos y conseguimos trabajar en conjunto para lograr algo muy importante para la memoria de nuestros héroes, y para consolidar la causa Malvinas, que es una causa del gobierno nacional. Estamos muy contentos por cómo se pudo concretar este Plan Humanitario, una iniciativa que estuvo estancada por las mezquindades políticas, que hicieron dilatar las respuestas a las familias que esperaron durante tantos años”, agregó el funcionario.
Emocionadas Nora y Mabel, abrazaron el informe forense y los objeto que encontraron en el cuerpo de Víctor, que hoy les entregaron en el Espacio de la Memoria. El primero es un documento de identidad, que no le pertenece al soldado y que sería de un veterano que regresó al contiente. Ellas pidieron que sea devuelto a esa familia. El otro, las hizo llorar conmovidas: es la medalla de la Virgen Milagrosa que él siempre usaba. Mabel, entre lágrimas, no dudó: “Es la medallita de Víctor”.