La separación debe ser ahora ratificada por el Parlamento del Reino Unido, donde hay una gran división.
El Brexit forjado entre la Unión Europea (UE) y la primera ministra Theresa May no es Brexit para la Cámara de los Comunes, la de los Lores y para los que votaron a favor o en contra del referéndum británico. No entienden ni unos ni otros que “éste es el único y mejor acuerdo posible”, como dijo al firmarlo el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Para ellos comienza otro combate, que va a tener serias repercusiones sobre May, el vínculo con la UE y el mismo Brexit.
Ahora el acuerdo de divorcio entre Gran Bretaña y la UE debe ser aprobado o rechazado por el Parlamento británico. May no tiene mayoría. Su partido conservador está en guerra civil, dividido entre euroescépticos y proeuropeos. El DUP (los unionistas protestantes democráticos del Ulster que le aportaban la mayoría) están dispuestos a apoyar un acuerdo “al estilo del de Noruega” para prevenir que Irlanda del Norte sea tratada por Europa de una manera diferente al resto de Gran Bretaña, según su líder Arlene Foster. No quieren tener mercado único y unión aduanera si el resto del reino no lo tiene, como forma de solucionar su problema de frontera en Irlanda del Norte.
La primera May pensaba contar con los laboristas para conseguir el apoyo a este acuerdo cuando sea votado en el Parlamento, probablemente alrededor del 10 de diciembre próximo. Pero dos minutos después de ser firmado en Bruselas, el líder laborista Jeremy Corbyn anunció que era “una negociación inconcebible e inaceptable” y que “el laborismo rechazará el acuerdo en el Parlamento”.
La oposición a lo firmado en Bruselas crece por minuto. El Brexitier euroescéptico y ex líder conservador Iain Duncan Smith dijo que “era muy, muy difícil de apoyar”. La líder escocesa y primera ministra Nicola Sturgeon exige “un debate de líderes del acuerdo” que May obtuvo en Bruselas, “antes de que sea votado por diputados y Lores”.
May tiene sólo semanas para persuadir a un Parlamento y a una población que -ella misma lo dijo- está harta del Brexit y quiere que su gobierno resuelva sus problemas y deje de discutir la separación europea. Casi mesiánica, May está convencida que ella debe conseguir “que el Brexit pase”. Son “los intereses nacionales”, repite una y otra vez. Advierte sobre la “división e incertidumbre” si es rechazado. Pero ésta es la posibilidad más efectiva.
¿Qué sucedería si esto ocurre? May dijo que no estaba “triste de irse de la Unión Europa” en su conferencia de prensa en Bruselas. Pero su acuerdo divide aun más que nunca al reino y no asegura su estabilidad en el gobierno. El Parlamento necesita 318 diputados para rechazar el acuerdo y los Brexitiers son entre 60 a 80. “Nadie sabe que va a pasar. Ni siquiera Theresa May. Va a ser muy difícil que pase por el Parlamento. Los verdes, los escoceses, varios Tories, los liberales, laboristas parlamentarios van a votar en contra. Es un acuerdo de mínimos insuficiente y no responde al voto del 2016”, explicó el doctor Fernando Casal Bertoa, profesor de política comparada de la Universidad de Nottingham a Clarín.
El punto es cómo rechaza el Parlamento el Brexit. Puede suceder que rechace el acuerdo y la autoridad de May quedé totalmente devaluada y dimitirá. En ese caso, lo que el partido conservador hará es intentar otro gobierno. Ese proceso llevara tiempo porque deben elegir un líder y, probablemente, haya más de un candidato. En ese sentido se puede llegar al 29 de marzo del 2019, día de la partida de la UE, con una primera ministra, que puede ser Theresa May o algunos de sus diputados. Eso complicaría la gestión del Brexit.
Podría requerirse a la UE la extensión del plazo del Brexit. No hay nada que lo impida. Pero crearía caos porque en mayo están las elecciones europeas y la UE no quiere que Gran Bretaña participe.
La otra posibilidad es que cuando se haga el rechazo del tratado del Brexit en el Parlamento se incluya una cláusula para que se haga un segundo referéndum. Esto requerirá tiempo. En el reino no existe legislación sobre referéndum. Entonces tiene que generar una nueva legislación, al menos 6 meses antes que el referéndum, porque exige una campaña de 10 semanas.
Una vez más complicaría las cosas. Pero el Parlamento británico puede convocar a un segundo referéndum, con la actual presión que existe. Es más: que exista un doble referéndum: uno para que la gente decida si se quiere ir o no de Europa , y en el caso de que se quiera ir, votar sobre el acuerdo. Lo que está claro es que los que votaron en el 2016 para irse no eligieron este tipo de acuerdo.
También es posible que algunos de los diputados conservadores o el DUP decidan proponer una moción de confianza. En ese caso podría disolverse el Parlamento, si en 14 días no consigue formar un nuevo gobierno, y proceder a unas nuevas elecciones.
La posibilidad menos probable es que sea un acuerdo de dos tercios para disolver el Parlamento. Es una opción más difícil pero con una moción de confianza sería posible.
Todas estas opciones son posibles, incluida la posibilidad de que no haya un acuerdo: que exista un rechazo del Parlamento y se llegue al 29 de marzo sin un nuevo acuerdo. Todo es posible. Incluido que no haya Brexit y que Gran Bretaña pueda continuar en Europa. Si alguien creyó que esto era el final, se equivocó. Este mal sueño británico debe recorrer aún un largo e incierto camino.