Leandro, un niño de Santo Tomé, espera desde hace tres años un trasplante de corazón. El pequeño padece una malformación congénita por la que ya fue intervenido en diversas oportunidades.
Leandro sufre un malformación cardíaca que le detectaron cuando aún estaba en el vientre materno. En efecto, tan sólo cinco días después de nacer, fue sometido a la primera intervención quirúrgica. Sin embargo, su condición fue empeorando con el correr del tiempo y desde hace ya tres años espera un trasplante cardíaco que le permita seguir con su vida.
“Mami, no me dejes morir”, le dice el niño a su mamá, Carla Iberlucea Comparín, quien lucha por la salud de su hijo sola. Y es que, cuando su pareja se enteró de la afección del niño que aún no había nacido, la abandonó. Leandro fue diagnosticado con una hipoplasia de ventrículo izquierdo y fue derivado desde su Santo Tomé natal al Hospital Garrahan, donde fue sometido tan sólo a los cinco días de nacer a la primera de las cinco cirugías pactadas.
“Al principio no era tan grave pero finalmente descubrieron que sí. A las 76 horas de la primera operación, salió del coma farmacológico. Parecía que evolucionaba bien, pero tuvo una recaída y por eso, le realizaron la segunda intervención a sus 5 meses, cuando estaba prevista a los 6 meses”, contó a Crónica Carla.
A partir de entonces, el estado del menor registró una desmejora, producto de un crecimiento excesivo de su corazón que impulsó a las autoridades médicas a modificar el tratamiento, que si bien lo mantuvo estable, no se tradujo en una mejora progresiva. En consecuencia, fue inscripto en la lista de espera de un donante de corazón hace tres años, pero hasta el momento no llega esa esperanza que tanto aguardan el niño y su mamá.
En tanto, el paciente realiza un tratamiento ambulatorio, alternando su estadía entre su domicilio actual en Almagro y el mencionado establecimiento pediátrico porteño. Lo cierto es que, Leandro ya es consciente de lo delicado de su cuadro.”A su edad ya hay cosas que no se le pueden esconder. Por eso tiene cada vez más conciencia de lo que le pasa. De todas formas, tiene un ánimo y una fuerza de voluntad tremendos que le permiten seguir vivo. Él me dice que quiere una vida normal, como la de cualquier otro nene. Su sueño es jugar al rugby, como su hermano mayor que tiene 16 años”, agregó Carla. Y llena de angustia sostuvo: “Me ruega que no lo deje morir y eso es una responsabilidad enorme para mí, es una presión para que haga todo lo humanamente posible por él y para que pueda hacerse el trasplante. Los órganos no van al cielo. Le pedimos a toda aquella persona que pueda donar los órganos de un ser querido que se den la oportunidad de que su familiar siga vivo en otro niño”, concluyó.