Lo vimos hace pocos días reclamando por el estado desastroso de la Ruta 11, también envió un mensaje emotivo a Emiliano Sala, siempre comprometido con el fútbol, el verdadero. Se llama Gabriel Omar Batistuta y desde su Reconquista natal marcó la historia de la Selección Argentina a puro gol. El “Bati”, un hombre de 50 años que inhala fútbol y exhala pasión.
El delantero que marcó una era. Podría adjetivarse de mil maneras a Gabriel Omar Batistuta, el goleador eterno que hoy cumple 50 años. Carismático, seductor y marcado por un profesionalismo que le dio forma a una carrera formidable. Nadie lo duda: el ex delantero fue uno de los mejores futbolistas del mundo durante los años 90 y principios del Siglo XXI.
Bati es el Señor Gol. El referente de una época futbolera muy ligada a la celeste y blanca. Al punto que es el segundo máximo artillero del seleccionado argentino, para el que anotó 54 goles en 78 partidos desde 1991 hasta 2002. Por delante, nada menos, lo tiene a Lionel Messi. Con un detalle: la FIFA decidió descontarle a Batistuta dos tantos que correspondieron a un partido contra un combinado de la selección local de Eslovaquia. Para el ente que organiza el fútbol, ese compromiso no era de los denominados “Clase A”, por lo que no tenía validez oficial.
Según los registros oficiales, Batistuta, el Rey León, nació el 1º de febrero de 1969 en Avellaneda, una localidad cercana a Reconquista. Hasta los 17 años lo atrapaba el basquetbol (jugaba en el Club Atlético Adelante) y estudiaba quinto año en un colegio industrial: una vida muy similar a la de otros chicos. De sus abuelos Melchor y Néstor aprendió a amar la pesca, a apreciar la naturaleza, a navegar los ríos. Mientras se imaginaba como mecánico, Gabriel creció junto a sus hermanas, Elisa, Alejandra y Gabriela. Con ellos, claro, dos figuras muy importantes: su papá Osmar y su mamá Gloria. Al tiempo, Batistuta se casó con Irina y tuvieron cuatro hijos: Thiago, Lucas, Joaquín y Shamel.
Su recorrido en el fútbol comenzó en Reconquista, su ciudad, su lugar en el mundo. En un partido contra Newell’s lo vio Jorge Griffa y lo hizo fichar inmediatamente. Bati siempre fue cultor de un perfil bajo que a veces se contradecía con su popularidad. En Rosario conoció a Marcelo Bielsa, un hombre que lo marcó a fuego. Cuando el entrenador rozaba los 30 años, mientras daba sus primeros pasos en la dirección técnica, lo ayudó a bajar de peso. Lo cuidó, lo mimó, en una carrera que Batistuta comenzaba al lado de futbolistas como Eduardo Berizzo y Fernando Gamboa, entre otros.
Sus goles dejaron huella en la Lepra, River y Boca, en la Argentina, siguieron en Fiorentina, Roma e Inter, en Italia, y finalizaron en el fútbol de Qatar. Su nombre, su estampa y su carisma fueron más allá de las fronteras: forjó una idolatría popular. Algo lento e impreciso en sus comienzos, Boca lo catapultó a la gloria y desde allí comenzó a transformarse en un animal del área. No derrochaba calidad, pero tenía otras virtudes: olfato, potencia, puntería y un cabezazo demoledor.
En el equipo de Firenze, donde se abrazó a la gloria con 207 goles, despertó admiración y pasión. Gracias a sus conquistas Fiorentina logró títulos importantes, como la inolvidable Supercopa ganada al Milan en San Siro. Goleador eterno, en 1995 fue elegido por la revista italiana Guerin Sportivo como el mejor jugador del mundo. Y el romance con esos hinchas florentinos que le hicieron una estatua sigue vivo. En 2016, cuando el alcalde Darío Nardella colgó la medalla en su cuello, Batistuta rompió en llanto: lo habían nombrado ciudadano de honor. El ex futbolista visita a menudo a esa emblemática ciudad que tanto lo ama.
Con la camiseta albiceleste, Batistuta fue campeón en dos Copas América (1991 y 1993, la última que ganó el seleccionado argentino), una Copa Confederaciones (1992) y una Copa Artemio Franchi (1993). Una fiera suelta dentro de la cancha. Su relación con la Argentina será eterna, al punto que es el octavo goleador en la historia de la Copa del Mundo (con 10 tantos, comparte ese escalón con otros cinco jugadores) y es el único futbolista nacido en este país que marcó un hat-trick en dos mundiales distintos (Grecia, en 1994 y Jamaica, en 1998). Fue protagonista en tres de las citas ecuménicas: Estados Unidos 1994, Francia 1998 y Corea-Japón 2002.
El 15 de marzo de 2005 el santafesino le puso el cierre a una carrera brillante con registros notables: 632 partidos y 356 goles. El hombre, de 36 años, llegaba con el desgaste lógico por las lesiones y la falta de motivación. Atrás quedaban 17 años de fútbol. “Todo tiene un final. Los entrenamientos para mí ya no eran lo mismo, el entusiasmo estaba disminuyendo. Llegó la hora de decirle basta al fútbol y estoy preparado para otros desafíos”, dijo Batigol mientras rescindió su contrato con Al Arabi, de Qatar.
“Un poquito me va a doler”, anticipó cuando le preguntaron acerca de su extenso récord teñido de celeste y blanco. Goles y más goles. Hasta el 1º de julio de 2016, Batistuta fue el máximo goleador de la historia del seleccionado. “Era un título que yo tenía y no es cualquier cosa. Vas dando vueltas por el mundo y decís: ‘yo soy el máximo goleador de la selección argentina’. Sí, me gustaba”, dijo. Pero aquella noche, Lionel Messi marcó en la Copa América en la goleada 4-0 sobre Estados Unidos y llegó a los 55 tantos. “Estoy feliz por haber superado a Bati”, remarcó el astro rosarino.
Después, Batistuta se alejó de los flashes. Confiesa que en su casa de Reconquista no hay fotografías, copas ni recuerdos de su trayectoria. Se tomó la vida con calma y jugó al polo. Recorre sus campos. De vez en cuando despunta el vicio en el golf y alguna vez compartió esa pasión con Pep Guardiola, con quien tiene una buena relación. En la previa de Rusia 2018 trabajó en History Channel y narró una serie documental basada en la historia de las Copas del Mundo. Recientemente, terminó el curso de entrenador de la UEFA y lanzó su nueva marca de ropa Gabatt.
Desde su retiro, también, vivió un calvario con sus tobillos. Hace un par de años realizó una confesión dramática. “Es verdad que le pedí a un doctor que me cortara las piernas porque no podía caminar”, reconoció. “No quería ni siquiera ir al baño a la madrugada porque ya sabía que esos tres o cuatro pasos me iban a hacer llorar”, recordó.
Al Batistuta de hoy se lo nota más abierto, menos hermético. En su cabeza ya no retumba aquella frase de cuando era joven: “Mi vida no es una pelota de fútbol. Es mucho más que una pelota de fútbol. La verdad es que yo nunca tuve una pelota en la cabeza”. Reconoció que habló de ese modo como mecanismo de defensa, una manera de no sentirse muy expuesto. Y en este deporte volvió a encontrar estímulos. Sigue al seleccionado, claro. Estuvo cerca de ser manager de Boca, una posición que ocupó brevemente en Colón de Santa Fe en 2012. Se mantiene activo en redes sociales y el año pasado presentó su película: “El número 9”.
Este año, incluso, se editó un libro que es la primera y única biografía (no autorizada) sobre Batistuta en historieta. Tiene 80 páginas a color y está escrito por Sebastián Rizzo, dibujado por Raúl Horacio Vila, y coloreado por Maco Pacheco. Un recorrido que abarca desde la juventud de Bati, quien se dedicaba al cuidado del campo de su padre, hasta el final de su carrera. De Reconquista hacia la cima.
Un ídolo popular que cumple 50 años, un goleador de raza. A Batistuta lo quieren todos los hinchas del fútbol argentino, más allá del color de camiseta. Y eso no es poco en el mundo de la pelota.