Constantino solo tenía seis años. Al igual que Lolo, se volvió un superhéroe brindando vida a través de sus órganos. Su vida transcurrió en Pavón Arriba, provincia de Santa Fe, donde creció entre juegos y amigos.
Todo se dio en pocos días, contó el papá Darío. “Empezó con un dolor de cabeza un día jueves, pero como había comido un chocolante grande porque le gustaba lo dulce, pensamos que se descompuso por eso. Luego vomitó y creímos que solo era una descompostura. Se fue a dormir y su hermano Aquiles, de 13 años, lo fue a acompañar para consolarlo y se le pasó. Al día siguiente no fue a la escuela porque aún estaba descompuesto”, recordó.
“Al día siguiente -siguió el padre- llego de trabajar a la tardecita. Trabajo en Rosario y a Pavón llego a eso de las 18.30. Parecía estar lo más bien, como siempre salía a recibirme con un beso y un abrazo”.
Sin embargo “a la nochecita, a eso de las 21 del viernes, íbamos a comer asado y le empezó de nuevo a doler la cabeza”. “Lo sigo, le pregunto como estaba y volvió a vomitar. La mamá le hizo upa y se durmió con ella. Pensamos que era vómitos y diarrea como le da a veces a los chicos, su primito estaba igual”, dijo.
“A la madrugada se descompone otra vez y el sábado apenas abrió la guardia del Samco lo llevamos. En un momento empezó a tener más dolor. Le pusieron un reliveran y la doctora dijo que si seguía así lo volviéramos a llevar”, explicó Darío sobre como se fueron dando esos días.
“Después, al llegar a casa notamos que se dormía, que estaba somnoliento, decaído, luego comenzó a tirarse del cabello, a no reaccionar. Llamamos a la doctora, llegaron, le pusieron suero, enseguida estaba la ambulancia preparada pero no nos atendían las obras sociales que teníamos acá y salimos para Rosario”, contó y agregó: “Primero nos mandaron al hospital de niños y luego al Provincial por ser de afuera. Lo inyectaron por todos lados y pudo gracias a eso estar con vida unos días más. Posteriormente sí fue trasladado al Vilela, entró en terapia y de allí no se pudo despertar más”.
odo se dio en muy poco tiempo y aun no está claro el por qué, “al parecer se debió a un crecimiento brusco según le dijo un médico, a él en el cerebro se le hizo como una bolsita de agua y cuando le empiezan a agarrar convulsiones eso lo complicó más”. “Tuvo mucha presión en su cerebrito que hasta le hicieron un catéter para sacar el líquido, pero todo no fue suficiente y derivó en la muerte cerebral. Pese a los estímulos ya no se pudo hacer nada”, detalló el padre con entereza.
Constantino fue un chico feliz y dejó su huella en el corazón de quienes lo conocieron. “A Tito le gustaba jugar con sus amigos, pintar, dibujar, andar en bicicleta. Él se proponía algo y lo hacía, como patinar, tocar la guitarra. Era todo. No lo digo yo solamente, lo dicen todos los que lo conocieron. Él era una personita que aunque no te conociera, se acercaba y daba un abrazo fuerte, fuerte”, recordó su papá con orgullo.
Los días habían pasado y ya no había más qué hacer: “El momento de tomar la decisión surgió porque mi mujer un domingo entró a terapia, la enfermera le abrió el ojito para ponerle una gotita y ella lo vio cristalizado. Me llamó y dijo que ya no estaba más con nosotros, yo le dije que no diga eso, traté de consolarla. Teníamos toda la esperanza de que salga adelante, pero no fue así”.
“Ese mismo domingo le dije a Rita, mi mujer, que si le pasaba algo tendríamos que donar los órganos, tomamos la dedición en frío pero conscientes porque uno no quiere que otros papás y niño. estén sufriendo” afirmó.
“Cuando los médicos el 18 nos dicen que ya se había ido, entramos todos a dale una cálida despedida. Entraron mi mamá, mis hermanos, le dimos un beso pese al dolor que estábamos pasando, nos mostrábamos fuertes sin embargo quedamos destruidos pero parados de pie”, dijo y recordó que el momento más difícil fue decírselo a su hermano Aquiles: “Le dijimos que Tito ya no estaba más con nosotros y nos largamos a llorar, él también estaba de acuerdo en lo de la donación de órganos, porque Tito siempre quería ser un superhéroe”.