El candidato del Frente de Todos aclaró que es “virtualmente imposible” repetir la situación de 2005, cuando el gobierno de Néstor Kirchner canceló las obligaciones con el FMI.
Ante el empresariado cordobés y en su quinta visita a esa provincia -la más hostil para el peronismo junto a la Ciudad de Buenos Aires-, Alberto Fernández llevó un mensaje optimista. Se mostró confiado de poder afrontar la deuda contraída con el FMI “en una negociación seria y sensata con los acreedores” y en términos de un reperfilamiento, “sin quita”, que le permita al país “ganar tiempo” para crecer.
Sus dichos no son casuales. Se dieron un día después de que el FMI pateara la definición sobre el desembolso de los u$s 5.400 millones restantes del préstamo aprobado. Una decisión que en el albertismo, dicen, “se veía venir”. Aunque cerca del candidato del Frente de Todos consideran que esa plata “es necesaria”, al igual que Roberto Lavagna plantean que debería usarse para recomprar deuda.
Sin referirse a ese episodio, Fernández se metió de lleno en el tema al comienzo de su discurso en la Fundación Mediterránea, cuando dijo que Argentina tenía “problemas más urgentes” pero que la deuda era “un condicionante enorme”. “Nunca hablamos de no pagar ni de hacer una quita. Lo que decimos es: ‘para poder pagar, déjennos crecer’. Si no no hay forma”, planteó en el almuerzo organizado en la capital cordobesa. “No va a ser tan difícil hacer lo que hizo Uruguay: ganar tiempo y no hacer quita”, agregó.
En esa línea, consignó que “crecer y exportar es el gran desafío” y “el único camino para conseguir dólares genuinos”. Aseguró que el consumo interno y la exportación no son “conceptos antagónicos” y que tampoco lo es fomentar la industria y el campo a la vez. “Lo que tenemos que fulminar para siempre son las tasas actuales”, detalló.
No era el ambiente más amigable para Fernández, pero la atención a su discurso fue plena y respetuosa. En un auditorio poco afín al kirchnerismo, el primer aplauso que cosechó, a mitad de su alocución, fue cuando citó el concepto de “la ética de la solidaridad” de Ricardo Alfonsín. “Mal que le pese a (Mario) Negri”, chicaneó al diputado de Cambiemos, con quien en los últimos días se cruzó en las redes.
Fernández degustó el pollo relleno de lomo ahumado sentado en el centro de la mesa principal, junto a los empresarios más encumbrados de Córdoba. Marcos Brito de Banco Macro, Roberto Urquía de Aceitera General Deheza (AGD), Alejandro Asrin de Tarjeta Naranja y Enrique Martín de Arcor, eran algunos, además de la presidenta de la Fundación, Pía Astori, de la constructora Astori.
Mezclados entre ellos estuvo parte de su comitiva: Felipe Solá, el jefe del bloque de senadores del PJ -que reemplazó a Miguel Pichetto- Carlos Caserio, el camporista Wado De Pedro y Fernando “Chino” Navarro, del Movimiento Evita. El gobernador peronista más esquivo a este armado, Juan Schiaretti, faltó -tenía una actividad con su par de San Juan, Sergio Uñac- pero mandó a algunos de sus ministros.
Entre los empresarios -había más de 300 presentes- reina la incertidumbre y la desconfianza respecto a su figura.Sin embargo, varios se mostraron conformes con sus palabras. “Lo más importante para nosotros, que es que va a negociar la deuda, lo dijo. Y que no va a descuidar el campo también. Tampoco este era un contexto para que se endurezca”, señaló uno de ellos. Lo que más les importa es saber quiénes serán sus ministros y técnicos si gana la presidencia, algo que Fernández no piensa develar.
El ex jefe de Gabinete también fue ameno con su público, nombró poco a Cristina Kirchner y esbozó solo una crítica “comprensiva”. “Yo también reniego de empresarios que a veces son ventajistas, pero hay que ser empresario en este país…”, lanzó sobre el final.
Se fue contento. “Excelente discurso”, lo felicitó uno de sus principales armadores. “Este es el sector que hay que conquistar, los otros ya están”, plantearon cerca del candidato.