El actor pasó a la posteridad como la mejor versión de uno de los superhéroes más populares de todos los tiempos, pero fuera de la pantalla grande también inspiró a miles de personas tras sobreponerse a un accidente
Cuando irrumpió en los cines a fines de los setenta, él sacó a relucir un poder impresionante: la capacidad de suspender la incredulidad de los espectadores como nunca antes. Sin importar la magnitud de la hazaña, todo se volvía verosímil y maravilloso –salvo cuando nadie lo reconocía solo por ponerse un traje, una corbata y unos lentes culo de botella-. Christopher Reeve nos convenció de que era el Hombre de Acero.
Solo necesitaba una mano para sostener un helicóptero en caída libre y ni siquiera transpiró cuando retrocedió el tiempo haciendo girar la Tierra en sentido contrario. Y quizás muchos se queden con esa imagen omnipotente, pero eso no es tan complicado cuando sos más rápido que una bala y más fuerte que una locomotora. El verdadero Reeve, el de carne y hueso, también fue un héroe. A 15 años de su muerte, decidimos recordarlo.
“Creerás que un hombre puede volar”
Tenía la altura, el rostro perfecto y el pelo negro gracias a la tintura –en realidad era rubio-. Sus facciones y su sonrisa parecían salidas de la denominada Edad de Oro, esos cómics con héroes impolutos y benévolos. Pero el productor Ilya Salkind creyó que estaba demasiado flacucho y prefirió continuar la búsqueda. Seis meses después, ese larguirucho seguía siendo la mejor opción. “¿Estás dispuesto a encerrarte en un gimnasio?”, le preguntaron. Aceptó, y “habemus Superman”.
Reeve era más deportista que actor. Sin embargo no necesitó un gran curriculum para imponerse a Al Pacino, Dustin Hoffman y Sylvester Stallone –quien insistió hasta el cansancio para obtener el papel-. Lo siguiente fue obtener más masa corporal y para eso contó con la ayuda del culturista David Prowse, nada más y nada menos que el hombre debajo del traje de Darth Vader. El actor abrazó el Lado Oscuro y la Fuerza lo acompañó para llegar óptimo al rodaje.
El film se estrenó en diciembre de 1978 y el director Richard Donner consiguió lo que había prometido durante la campaña de prensa: convencernos que un alguien podía volar. Y ese mérito no era exclusivo del cineasta, el actor que inmortalizó la S en su pecho se mostró elegante para la escenas de acción y carismático en su versión del débil Clark Kent -“la crítica de Superman al mundo entero”, diría Bill-. Su interpretación humanizó al ícono pop creado por Jerry Siegel y Joe Shuster.
El accidente que cambió su vida
Reconocido en todo el mundo como una mega estrella, Reeve quiso aprovechar su fama para promover algunas causas que consideraba justas. Y, recogiendo eso de que Superman debe ser un “símbolo de esperanza”, se dedicó al activismo durante los ’80. Paradójicamente, en aquellos años, ya había contribuido con la “Fundación Americana de Parálisis” sin imaginarse que una década más tarde el mismo padecería ese.
Más allá de protagonizar cuatro películas como el superhéroe de DC Comics, el actor se mantuvo vigente en la industria durante los ’80 y los ’90. Aunque su carrera no pudo desligarse de su célebre interpretación, apareció en varias producciones destacadas como Lo que Queda del Día (The Remains of the Day, 1993), Detrás del Telón (Noises Off…, 1992) y El Pueblo de los Malditos (Village of the Damned, 1995).
Las cosas en su vida cambiarían radicalmente el 27 de mayo de 1995. En un giro incomprensible del destino, el hombre que solía atravesar la atmósfera terrestre sufrió un accidente mientras realizaba equitación en Culppeper (Virginia). A pesar de su talento como jinete, Reeve falló en un obstáculo y cayó de cabeza. Las consecuencias fueron irreversibles: se fracturó dos vértebras cervicales y se le seccionó la médula espinal, quedándose sin poder respirar, y perdiendo la movilidad total de su cuerpo.
Venciendo a su peor enemigo
Los médicos hicieron todo lo posible, pero permaneció en silla de ruedas y con respiración asistida -en aquél entonces los especialistas destacaron su esfuerzo que hizo el actor para recuperar al menos la movilidad en los dedos de su mano izquierda-. Y esa tetraplejia que podría haberlo hundido en la depresión lo fortaleció. Su familia asegura que nunca dio el brazo a torcer y se mantuvo fuerte para espantar la frustración.
Inmediatamente, junto a su esposa Dana, él empezó ayudar a otros en su misma situación a través de la Fundación Americana de Parálisis -que dados sus aportes comenzó a llamarse The Christopher Reeve Foundation-. Asimismo participó de distintos debates televisivos y asistió al Senado para promover la posibilidad de que los investigadores asistan pueden trabajar con células madre embrionarias para que aquellos que atravesaban su situación pudieran soñar con volver a caminar.
Aunque empleó la mayoría de su tiempo al activismo, nunca dejó atrás su carrera. Entre lo más destacado de su filmografía tras el accidente se encuentra su protagonismo en una remake de La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954) de Alfred Hitchcock y su intervención en Smallville(2001-2011) como un científico que ayudó al joven Kent a conocer el potencial de sus poderes.
A más de 30 años de su última aparición como el kriptoniano, Reeve sigue siendo considerado en cada encuesta como el mejor Superman de todos los tiempos. Sin embargo, cómo uno más de nosotros, él inspiró mucho más a la humanidad que aquél superhéroe todopoderoso salido de las viñetas.