Será este miércoles a las 15 en Reconquista. La querella pide 16 años de prisión y la fiscalía 14. En los alegatos sostuvieron que hasta la misma Iglesia católica definió que es culpable.
La Navidad se ve en Reconquista. En las calles, sus locales comerciales y en algunos jardines delanteros. Los arbolitos también asoman con sus adornos por las ventanas hogareñas y las guirnaldas cuelgan en lo alto en las plazas. Pero el clima no se siente festivo. “Mañana lo sentencian al cura a las tres”, se escucha en las veredas a veces como susurro, otras, acompaña a la frase un silencio del otro lado. Como si existiera un cierto temor de decir que se piensa del tema.
A casi veinte cuadras del murmullo de Avenida Obligado y Patricio Diez -el centro de la ciudad- las puertas marrones que combinan con el naranja pastel de la parroquia “María Madre de Dios” están cerradas. Fue allí donde el cura Néstor Monzón cometió los abusos sexuales a un niño y a una niña de tres años. Este martes, alrededor del edificio religioso la vida barrial sigue como en el resto de la ciudad, con familias sentadas en las veredas que ven a los niños jugar con la pelota, bicicletas o hasta el ring raje.
Este lunes finalizaron los alegatos de clausura del juicio oral a Monzón después de largas jornadas extenuantes. Fue largo el camino para llegar a esta instancia. El 23 de diciembre se cumplirán cuatro años desde la primera denuncia al religioso en el que la familia denunciante debió soportar no solo insultos y maltratos de miembros de la comunidad de la parroquia sino una larga espera llena de incertidumbre hasta que se conformó el Tribunal. Hoy está presidido por la jueza Claudia Bressán, junto con sus pares Santiago Banegas y Martín Gauna Chapero.
Este miércoles por la tarde, el -aún- cura Monzón recibirá la sentencia. Afuera de la Oficina de Gestión Judicial de Reconquista se espera organizaciones a favor de la familias que denunció los abusos y en defensa del hombre de 51 años. Está imputado de abuso sexual gravemente ultrajante agravado por su condición de ser un ministro de un culto religioso reconocido y producir un grave daño en la salud psíquica de una de las víctimas.