Desde el año 1938, en Argentina se conmemora el Día de la Bandera cada 20 de junio. Fue en esa fecha, pero en 1820, cuando Manuel Belgrano falleció a los cincuenta años. El 27 de febrero de 1812, Belgrano le dio vida a la máxima insignia patria durante la gesta por la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 8 de junio de 1938, el entonces presidente Roberto Marcelino Ortiz decretó por ley que cada 20 de junio se conmemore en Argentina el Día de la Bandera, para recordar la gesta de su creador. A partir del año 2011, por decreto nacional, el feriado pasó a ser inamovible.
La creación de la bandera argentina guarda tras de sí una historia de patriotismo, heroísmo y amor por la Patria. Durante las batallas por la independencia de la corona española, Manuel Belgrano entendió que, era necesario crear un símbolo patrio para diferenciarse de las tropas enemigas.
Inspirado por su creación anterior (la escarapela), dio vida a la bandera celeste y blanca. Esa insignia fue enarbolada por primera vez en Rosario, en dos baterías de artillería ubicadas a orillas opuestas del Río Paraná. El 26 de julio de 1816, la bandera fue establecida oficialmente por el Congreso de Tucumán mediante ley. También por intermedio de una ley, a las dos franjas celestes y a la blanca se le agregó el llamado “Sol de Mayo”.
Manuel Belgrano, considerado uno de los padres fundadores de la Patria, falleció a causa de una hidropesía que consumió por completo su salud. Acercándose al final de su vida, Belgrano se encontraba sumido en la pobreza. La historia cuenta que, luego de ser examinado por el médico escocés Joseph Redhead, quiso pagarle con un reloj de oro que le había obsequiado el rey Jorge III de Inglaterra, pero el profesional de la salud no aceptó. La última voluntad de Manuel Belgrano consistió en que su cuerpo fuera amortajado con el hábito de los dominicos y llevado al Convento de Santo Domingo, donde quedó sepultado en un atrio. Belgrano fue sin dudas uno de los hombres más importantes de toda la historia de nuestro país, pero esto es algo que, aparentemente solo creían los de afuera.
“Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”, dijo un día el prócer.