La multitarea es una de las causas del agotamiento en docentes, estudiantes y familias. Ante la segunda ola de coronavirus, proponen incluir en los planes educativos el desarrollo de la inteligencia emocional y afectiva.
El agobio laboral, los bajos sueldos, la falta de autonomía para enseñar y la sobrecarga de trabajo por la pandemia causaron agotamiento y hasta deserciones de maestros y profesores en el ámbito escolar.
Los especialistas en neuroeducación aseguran que la pandemia de coronavirus le mostró a los sistemas educativos la urgencia de dejar de poner paliativos e incluir en los diseños de enseñanza formales de todos los niveles educativos un espacio o área curricular para el desarrollo interno del ser humano que se complemente con su desenvolvimiento externo.
“Contar con el desarrollo de habilidades y competencias emocionales y socioemocionales podría haber sido un buen recurso propio para enfrentar las emociones de miedo, de incertidumbre, de enojo, de tristeza que aparecieron en tiempo de pandemia y que aún siguen presentes, la falta de empatía, de solidaridad social, de resiliencia, de aceptación, de respeto fueron causales del los niveles de estrés en docentes, estudiantes y familias”, explica Marilina Rotger, docente y neuroeducadora.
Según los expertos, el estrés se asocia con tres variables: las demandas del entorno, las capacidades del individuo y la percepción de la realidad. El modo en que se percibe esa realidad deriva en diferentes tipos de estresores: sociales, ambientales, emocionales e individuales. El aislamiento y el distanciamiento social que fueron tomados como medidas preventivas para evitar el contagio del COVID-19 tuvieron un fuerte impacto en la sociedad en general.
“En circunstancias de normalidad educativa, los docentes presentan de por sí niveles elevados de estrés. La pandemia incrementó estos índices de forma exponencial. Se estima que cerca del 90 por ciento de los profesionales en educación han sufrido desgaste emocional y estrés negativo a causa de la crisis sanitaria”, afirma Rotger.
Frente a este escenario, los especialistas proponen que los docentes apuesten a la educación emocional, la comunicación asertiva y el trabajo colaborativo y de equipo. Por su parte, consideran la multitarea como uno de los factores desencadenantes del agotamiento emocional. En contrapartida, y como recurso efectivo para bajar los niveles de estrés proponen realizar ejercicio físico, actividades que despierten placer y gimnasia cerebral para entrenar la neuroplasticidad.
“Cuando un profesional de la educación construye su bienestar personal por medio del desarrollo de la inteligencia emocional tiene mayor rendimiento y desempeño en su trabajo, se reducen los niveles de abandono de la profesión, está apto para impartir el desarrollo de competencias emocionales de sus estudiantes y se muestra con mayor aceptación, resiliencia y motivación lo que en consecuencia ofrece recursos y estrategias propias para gestionar el estrés y no caer en agotamiento profesional y personal”, concluye Rotger.
A su vez, la inteligencia emocional impacta a largo plazo en los indicadores educativos del alumnado, como, por ejemplo: una mayor motivación por aprender, el incremento del sentimiento de pertenencia al grupo, actitudes más positivas hacia el centro educativo, así como un mayor rendimiento escolar y mejores conductas sociales en clase.