Al criar hijos, a cada paso nos topamos con la agresión, ya que la familia será el caldo de cultivo de los más intensos amores y hostilidades, y por lo tanto, cuna de la ambivalencia afectiva.
La agresión es parte de la condición humana. Compañera inseparable del amor, nos incendia cada vez que este nos frustra o nos decepciona. Presente en la dosis justa, se convierte en la fuerza necesaria para encarar, enfrentar, proponer, penetrar, seducir y conquistar. Es decir, que es una agresión necesaria.
Cuando falta, nos deja “amedusados-amebianos”, como si no pudiéramos adquirir una forma definida (amorfos). Esto ocurre con la inhibición de la agresión. Cuando sobra, nos transforma en seres violentos y el espejo nos devuelve la imagen de un temido monstruo. Ahí ocurre la agresión nociva.
Al criar hijos, a cada paso nos topamos con la agresión, ya que la familia será el caldo de cultivo de los más intensos amores y hostilidades, y por lo tanto, cuna de la ambivalencia afectiva. Celos, envidias, rivalidades, exclusiones, la interacción familiar dará letra a cada uno de sus integrantes y en su seno se entrenará y ensayará el manejo de la agresión. Recaerá en nosotros adultos una gran responsabilidad respecto de la intensidad que cobre esta fuerza.
Voy a describir seis causas que generan niños agresivos, tal vez te veas identificada en alguna y pueda ayudarte a descubrirla.
Contenido desbordante
Cuando una situación familiar conflictiva rodea al niño sin ser explicada, este será invadido por un estímulo de tal intensidad que le resultará imposible de metabolizar. La angustia lo dominará primero para luego desbordarlo y convertirlo en un niño ansioso (inquieto, molesto, sin poder de concentración) y agresivo (maltratador de sus pares, contestador, injuriante). ¿Te preguntaste si hay alguna situación que esté afectando a la familia? ¿Divorcio, muerte cercana, situación económica, mudanza, efectos pandemia, que nunca fue aclarada a tus hijos?
Transformación pasivo-activo
El niño que sufre pasivamente alguna forma de agresión, luego la actuará activamente sobre otro. “Acá. en casa. seré el maltratado, pero luego me desquitaré con mis compañeros de colegio maltratándolos”, se dirá a sí mismo.
Así, el niño se las arregla para dar vuelta una ecuación de dolor, transformando al que sufre en el que hace sufrir. ¿Te preguntaste si tus hijos sufren alguna forma de maltrato físico o emocional?
Negación de la agresión
El clima familiar propone fuertemente la negación de la agresión. A modo de burla, un hijo decía: “Mi familia es del tipo de ¡ay qué lindos los pajaritos!”, dejando en claro que se aferraban a ideales celestiales apartando de sí toda posible agresión terrenal. El peligro en estos casos es que inevitablemente, alguien deberá hacerse cargo de la agresión negada, y así surgirá un chico agresivo que se alzará como el portavoz de lo reprimido. ¿Te preguntaste si en tu casa no se admiten rabias ni enojos?
Pegoteo materno
Cuando la madre adhiere al hijo en su vínculo con ella, convirtiendo cada situación de posible despegue en una nueva oportunidad de adherencia, hablamos de propuesta materna pegoteada.
El niño tendrá dos posibilidades: someterse (inhibición de la agresión), o rebelarse (niño agresivo). Pegar, maltratar, contestar serán armas que el niño usa para separar a su madre, para alejarla de sí.
“Dejame en paz con tus ofertas continuas que solo tienden a pegotearme”, parece decir al levantar una mano agresiva que lucha con fuerza por interponer algo entre él y su mamá, en un intento desesperado por no quedar confundido, fundido en ella. Estamos así frente a la agresión utilizada como arma contra una propuesta materna pegoteada. ¿Te preguntaste si estás dejando crecer a tus hijos con la libertad necesaria para cada edad?
Madre ausente
Nos referimos aquí a madres que están largas horas (más de las convenientes) fuera de casa. La mamá no está cuando el niño se levanta, no está para llevarlo al colegio o para buscarlo, no está para ir a la plaza. Solo está de noche. Muchas veces, el hijo reaccionará con agresión hacia ella. Y esto es porque su presencia le recuerda su ausencia.
“Ahora que te veo, me doy cuenta de todo el tiempo que no estuviste”, parece expresar. También el hijo agredirá a la madre porque su presencia le resulta anunciadora de su próxima ausencia: “Mamá está, pero para irse”. Así, el hijo agredirá la figura materna. “Te tengo rabia porque cuando te veo descubro todo el tiempo que no estuviste conmigo, y porque también sé que estás, pero para irte muy pronto”. ¿Te preguntaste si compartís el tiempo necesario con tu hijo?
Exaltación de los aspectos agresivos
Lucas está jugando en la plaza con un compañero del colegio, lo empuja, el otro niño cae y se golpea. La madre le grita a Lucas: “¡Sos un asesino, sos un asesino!”. Lucas se paraliza, y mira desconcertado. Con su terrible veredicto, la madre le dice a Lucas que su agresión mata, que lo convertirá en un asesino. Lo condena en lugar de salvarlo. ¿Te preguntaste si es agresivo porque lo estás tratando con agresión?
Fuente: TN/Con Bienestar