Por qué los veganos y pescetarianos pueden tener menos probabilidades de contraer una infección grave, según una nueva investigación internacional.
Desde la llegada del coronavirus varios estudios han sugerido que la dieta podría tener un papel importante en la gravedad de los síntomas y la duración de la enfermedad, pero hasta ahora era escasa la evidencia al respecto. Recientemente, la revista a BMJ Nutrition Prevention & Health publicó un estudio hecho en varios países que reveló que las dietas a base de plantas y o de pescado pueden ayudar a reducir las probabilidades de desarrollar una infección moderada a grave de COVID-19.
Los investigadores basaron su análisis en las respuestas de una encuesta entre más de 2.000 médicos y enfermeras con una amplia exposición al SARS-CoV-2, el virus responsable del COVID-19, en Francia, Alemania, Italia, España, el Reino Unido y Estados Unidos.
Los participantes formaban parte de una red global de profesionales sanitarios registrados en la red Survey Healthcare Globus sobre la investigación del mercado sanitario. Los investigadores utilizaron esta red para identificar a los médicos con alto riesgo de infección debido a su trabajo.
La encuesta en línea, que se desarrolló entre julio y septiembre de 2020, fue diseñada para obtener información detallada sobre los patrones dietéticos de los encuestados, basada en un cuestionario de frecuencia de varios alimentos durante el año anterior y la gravedad de cualquier infección por COVID-19 que tuvieran. El estudio también recopiló información sobre antecedentes personales, historial médico, uso de medicamentos y estilo de vida. Las diversas dietas se combinaron en vegetales, pescado y dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas.
Tras tener en cuenta variables como la edad, el origen étnico, la especialidad médica y el estilo de vida (tabaquismo, actividad física), se llegó a la conclusión de que aquellos que consumían una dieta basada en plantas tenían hasta un 73% menos de probabilidad de sufrir una infección por Covid-19 moderada o grave; por su parte, aquellos que seguían una dieta pescetariana tenían hasta un 59% menos de riesgo de enfermedad moderada o grave.
En la otra cara de la moneda, los que consumían una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas tenían casi 4 veces más probabilidades de sufrir una infección moderada o grave que los que serían una dieta basada en plantas.
“En seis países, las dietas a base de plantas o las dietas pescatarianas se asociaron con menores probabilidades de COVID-19 de moderado a grave. Estos patrones dietéticos pueden considerarse para la protección contra el COVID-19 severo”, escribieron los autores de la investigación.
Las dietas a base de plantas son ricas en nutrientes, vitaminas y minerales, todos los cuales son importantes para un sistema inmune saludable, mientras que el pescado es una fuente importante de vitamina D y ácidos grasos omega-3, los cuales tienen propiedades antiinflamatorias, subrayan los investigadores.
Según pudo explicar la licenciada en Nutrición Delfina Fahey (MP 3438), “una dieta basada en plantas apunta a una alimentación más consciente en la que se priorice el consumo de alimentos de origen vegetal. No es un plan estricto para adelgazar, sino una filosofía de vida para quienes desean seguir cuidar la salud y el medio ambiente. Esta propuesta se basa en incluir frutas, verduras, frutos secos, granos, legumbres y semillas, dejando aquellos productos de origen animal en proporciones muy pequeñas o nulas, de manera ocasional”.
“Todos los planes de alimentación basados en plantas son más sostenibles desde el punto de vista ambiental que los ricos en productos animales. La razón es que utilizan muchos menos recursos naturales, lo que conlleva un menor impacto al medio ambiente”, aseguró la especialista.
Entre las limitaciones de la investigación destaca el hecho de tratarse de un estudio observacional, por lo que no puede establecerse una clara causa-efecto, sino solo una correlación. Así mismo, las encuestas se basaban en el recuerdo individual de cada participante, y no en variaciones objetivas. A todo ello habría que añadir que ciertos patrones dietéticos pueden variar según el país.
Cómo las dietas a base de plantas podrían ayudar a prevenir el próximo COVID-19.
Los virus como COVID-19, SARS, espongiforme bovino, gripe porcina y gripe aviar tienen algo en común: todos provienen de animales, descritos por los científicos como enfermedades zoonóticas. Sin embargo, estas enfermedades realmente no “provienen de los animales”. Cuando decimos que esta pandemia “proviene de los animales”, significa que estas enfermedades provienen de la forma en que la sociedad cría, cosecha y come animales.
El hecho de que una lista cada vez mayor de pandemias se origine exclusivamente en los sectores animal y agrícola no es nada nuevo para un grupo pequeño pero creciente de científicos independientes. Las Naciones Unidas expresaron recientemente una preocupación similar.
En su informe, Prevención de la próxima pandemia: enfermedades zoonóticas y cómo romper la cadena de transmisión, la ONU expuso algunas de las cosas necesarias para mejorar la gobernanza de la salud en relación con la producción de alimentos.
Algunas de las opciones de política incluyen ampliar la investigación científica sobre las dimensiones ambientales de las enfermedades zoonóticas y desarrollar e implementar medidas de bioseguridad más sólidas. Requiere políticas que fortalezcan la salud animal (incluidos los servicios de salud de la vida silvestre) y una mayor capacidad para monitorear y regular la producción de alimentos. El informe también recomienda que los estados encuentren formas de reducir la demanda de proteína animal.
Sabemos que los hábitos alimentarios tienen un impacto ambiental y también en la salud. Dado que también existe un vínculo claro entre el consumo de productos animales y las enfermedades zoonóticas, existe una razón más para que los responsables políticos apoyen a las personas que desean cambiar a una dieta basada en plantas.
No es demasiado pronto para empezar a intentar prevenir la próxima pandemia; los expertos advierten que podría llegar en cualquier momento. Desde la epidemia de SARS de 2003, el tiempo entre brotes de virus zoonóticos se ha acortado. No se trata de si habrá otra pandemia, sino de cuándo.
Fuente: Infobae