La restricción de las exportaciones afecta a la ganadería y su industria vinculada. También compromete la dinámica socioeconómica de pueblos del interior que dependen de las empresas frigoríficas. El caso de Hughes, en el sur de Santa Fe.
El cepo a la carne tiene muchas historias detrás. Y en algunos casos, involucra comunidades enteras. Un caso es el de Hughes, una comuna del sur de la provincia de Santa Fe, donde viven 6000 personas que dependen en su mayoría de la agroindustria.
En medio de una región de tierras muy fértiles, por la abundancia de humus, el clima templado y buenas lluvias, Hughes es un pueblo de impronta rural fundado en 1915. Medio siglo después, en 1968, allí se construyó una planta frigorífica, con la intención de agregar valor y empleo local, que hoy está en manos de la firma Black Bamboo Enterprises, de capitales chinos, que en el último mes se vio seriamente afectado por el cepo a las exportaciones de carne vacuna, establecido el 20 de mayo por el Gobierno nacional.
Además de los distintos escollos empresariales, la situación impactó en los habitantes del lugar, ya que la firma genera 600 empleos en forma directos y 120 indirectos, más del 10% del total. Es que la presencia de estas empresas en las ciudades del interior son de vital importancia: no solo viven de ellas muchas familias, sino que producen un derrame económico sobre otras actividades, como los comercios, y por ende condicionan el desarrollo de la sociedad.
“Nuestra planta frigorífica es la mayor tomadora de mano de obra en el sur de Santa Fe: el impacto de la medida en Hughes y en la zona es enorme. En anteriores oportunidades la firma ha tenido que cerrar por algún tiempo y al personal no le quedó otra opción que emigrar, emplearse en trabajos que no están en blanco y los pueblos se terminan transformando en fantasmas”, dijo Luis Medina, Director de Desarrollo de Negocios de la compañía.
“Luego de esta decisión hemos tenido que bajar la producción y el personal está trabajando menos horas, sin realizar horas extras. También nos vimos obligados a reducir un grupo de gente que teníamos como contratistas y estamos evaluando cómo podemos reestructurar la empresa para seguir trabajando. Esto impacta y mucho en la firma, pero sobre en los hughenses que cobran menos horas, menos premios y otros han sido suspendidos”, agregó.
La llegada de la veda
Medina explicó que mientras el Gobierno oficializaba las restricciones a las ventas al exterior, la empresa había presentado varios pedidos de exportación, que normalmente se solicitan con un mes de anticipación.
“A partir del 20 de mayo seguimos trabajando más o menos en forma normal gracias a los permisos ya presentados, pero luego la cosa se complicó porque los embarques que ya estaban en puerto aprobados antes de esa fecha empezaron a ser rechazados porque contenían cortes prohibidos para exportar y los contenedores volvieron hacia atrás”, afirmó el ejecutivo.
Luego de la decisión del oficialismo, la producción del frigorífico bajó más del 60% y desde la empresa esperan una definición del Gobierno para la producción con destino a Israel (carne Kosher). “Al principio se hablaba de que iba a quedar fuera de los cupos, pero no fue así y estamos tratando de ver si esto se revierte. Tenemos expectativas de retomar este destino para mejorar nuestro volumen de trabajo diario”, recalcó Medina.
Historia de la compañía santafesina
Luego de ser adquirida en 2004 por una empresa de origen inglés y en 2007 por el grupo brasileño Marfrig Group, en 2016 un grupo inversor de origen chino se hizo cargo de la planta. Ese mismo año comenzaron a partir los primeros embarques con destinos a la Unión Europea y al gigante asiático.
Black Bamboo es una empresa de ciclo completo: faena, desposta, envasa y exporta a distintos países (China, Israel y realizan Cuota Hilton, amén de otras ventas a terceros países). Además, producen harina de carne, sebo industrial y manufacturan todos los subproductos del ganado bovino. Así se dedica a mejorar la infraestructura para cumplir con las altas normas de calidad de los mercados internacionales.
Antes del cepo a la exportación, y a pesar de la pandemia, el frigorífico faenaba 700 animales por día: unas 14.000 cabezas por mes. Además, un 20% de la producción está dedicada al consumo interno (supermercados y distribuidores) y cuentan con un local de venta al público con productos envasados al vacío.
Fuente: TN/Campo