Se trata de Micaela Guzowski, una ingeniera agrónoma chaqueña que realiza capacitaciones en el marco de un programa de una empresa. “Hoy en día, trabajo a la par que mi papá y mi hermano”, contó la joven productora.
“De corajuda, ese día me subí, agarré el volante y me largué”. Así, Micaela Guzowski, una ingeniera agrónoma chaqueña de 26 años, describió cómo fue la primera vez que manejó una pulverizadora. Ese día, su padre, Roberto, tuvo un inconveniente y no tenía quién la conduzca. Ella no dudó y, sin saber cómo hacerlo, se subió, la puso en marcha y salió a pulverizar. “Al principio tenía un poco de miedo porque no tenía idea de cómo se hacía y, en ese caso, estaba sola. De a poquito le agarré la mano”, detalló esta mujer que es contratista de maquinaria.
“Aprendí a usar la maquinaria un poco a la fuerza, pero una vez que me subí no me bajé más”, señaló entre risas. Desde que nació estuvo vinculada al sector y siempre supo que quería dedicarse a esto. Comentó que, al momento de anotarse en la carrera de agronomía en la Universidad Nacional del Nordeste, situada en Corrientes, ella proyectaba su futuro en la parte técnica de manejo de cultivo, pero actualmente, “hace un poco de todo”.
Su experiencia y conocimiento en el manejo de tractores, cosechadoras, entre otros equipos, la llevaron a que hace menos de un mes Adecoagro, una empresa productora de alimentos y energías renovables, la convocara para brindar una capacitación a mujeres en el rubro de tractoristas. Fue en el marco del programa “Mujeres en la Agroindustria”, una iniciativa que busca potenciar la participación de las mujeres.
“Desde que soy chica que me gustan las máquinas. Al principio no me animaba a tomar el mando y hoy en día trabajo a la par que mi papá y mi hermano”, contó.
En 2017, con título en mano, y después de trabajar un tiempo en una agronomía en la venta de insumos, entró oficialmente al negocio familiar donde se dedican a la siembra y a la prestación de servicios a terceros en Villa Angela, Chaco, y en Santiago del Estero.
En la empresa también trabajan su mamá y su cuñada, pero aclaró: “Ellas están en la parte más administrativa, en cambio, yo estoy metida con los fierros”. En la zona no conoce a ninguna otra mujer que maneje la maquinaria.
Lo que le dio el empujón para tomar ella misma el volante fue que se cansó de depender de otros porque todo lo relacionado a los “fierros” lo solía delegar. “Buscaba a un hombre que lo pueda hacer por mí”, explicó. Hasta que, cansada de que no siempre encontrara a alguien que la pueda ayudar, un día dijo “basta” y empezó a manejar ella.
“Mi papá me impulsó para que yo me anime y aprenda. Tanto a él como a mi hermano, que es más grande que yo, les agradezco que siempre estuvieran ahí a la par acompañándome porque tienen mucha más experiencia que yo; aprendo mucho de ellos”, indicó.
Los caballos son su “cable a tierra”. Los fines de semana suele juntarse a jugar al pato y al polo en un club cerca de donde vive. “No hay nada más lindo que eso”, dijo.
Remarcó la importancia de que las mujeres se animen a manejar. “Me gusta animar a las chicas a que hagan lo que les gusta; no es divertido vivir de algo que no disfrutás y que no te apasiona. Además, cuando hacés las cosas con ganas se nota”, indicó.
Por esa razón, disfruta dar las capacitaciones para el rubro de tractorista a estudiantes y egresadas de la Tecnicatura Superior en Gestión de la Producción Agropecuaria del Instituto Superior de Formación Docente de Mercedes, Corrientes. “Había mucho interés de parte de las chicas. Iban a hacer el primer día teórico y el segundo la práctica, pero hubo un cambio de planes e hicimos la parte teórica rápida porque tenían mucho entusiasmo por subir a los tractores”, remarcó.