Sería por una combinación de factores: mala alimentación, falta de actividad física y acumulación de células grasas.
Los déficits metabólicos, particularmente la inflamación y la resistencia a la insulina o la leptina (una hormona que también regula el apetito), se consideran elementos clave en el desarrollo de trastornos ansioso-depresivos en las personas con obesidad, concluye la profesora de nutrición de la Universidad de Montreal, Stephanie Fulton en una nueva revisión publicada en Trends in Endocrinology & Metabolism.
“La ingesta excesiva de azúcar y grasas saturadas como el aceite de palma aumenta la probabilidad de tales cambios metabólicos”, señala Fulton. El consumo frecuente también causa suficiente inflamación en el cerebro para modificar los circuitos neuronales responsables de controlar el estado de ánimo, la motivación y las emociones.
La literatura científica reciente, que Fulton cita en su revisión, muestra que los trastornos ansioso-depresivos en hombres obesos y mujeres obesas están más fuertemente asociados con este tipo de deficiencias metabólicas que con el peso corporal en sí.
Conectando el metabolismo con la salud mental
En un nuevo estudio publicado en Brain, Behavior, and Immunity – Health, Fulton y su estudiante de doctorado Léa Décarie-Spain observan que los comportamientos depresivos y ansiosos en hembras de ratones ocurren solo si son alimentadas con una dieta alta en azúcar y grasas saturadas.
Las dietas que son altas en azúcar y grasas monoinsaturadas, como el aceite de oliva, no causan este tipo de comportamientos. Pero en ratones hembra estas dos dietas condujeron a obesidad y trastornos metabólicos.
En 2018, el mismo equipo científico identificó una de las causas de este fenómeno en ratones macho: la inflamación del núcleo accumbens, un componente del sistema límbico del cerebro involucrado en la recompensa y la regulación del estado de ánimo.
“En las mujeres, esta inflamación metabólica fue más débil y no fue la única responsable de los comportamientos ansioso-depresivos observados”, dijo Fulton. “Sin embargo, encontramos que sus niveles de estrógeno en la sangre y la cantidad de un marcador de síntesis de estrógeno llamado aromatasa, en el núcleo accumbens, aumentaron con la dieta saturada alta en grasas. Este aumento también se relacionó con la observación de comportamientos ansioso-depresivos”.
Mecanismos neurometabólicos
“No toda la culpa es de las grasas y los azúcares. Hay estudios que trabajan sobre la cuestión de la microbiota y el cerebro”, destaca Juana Poulisis (M.N. 97.898), psiquiatra que se especializa en trastornos alimentarios y agrega que estos descubrimientos son significativos dado que en el cerebro se regula la ansiedad, el apetito y se monitorea la imagen corporal, entre otras funciones. Esta alteración neurobiológica del cerebro, podría dar respuesta a la exagerada insatisfacción de la persona con su imagen corporal de los pacientes con trastornos alimentarios.
Poulisis plantea que se conoce que aun cuando se recuperen de un trastorno alimentario, estas alteraciones biológicas, tanto morfológicas como funcionales, no se revierten. Esto explica en parte, la tendencia a la cronicidad de estos pacientes.
Fuente: TN/Con Bienestar