Una anécdota para recordar al cantante y guitarrista, a 17 años de su muerte.
Pappo dejó una marca muy fuerte en nuestra música. Es la guitarra de nuestro rock. Una obra magnífica con una gran cantidad de discos publicados a lo largo de sus distintas etapas. La historia de Guille Krassner no es una más. Por esas cosas del destino llegó a pertenecer al grupo selecto que acompañó en los últimos años al Carpo.
Su llegada al mundo de Norberto Napolitano -verdadero nombre de Pappo, fue de casualidad. “Su hermana Liliana había comprado a principios de los ‘90 un teléfono inalámbrico. Para la época era una comodidad que una estrella debía tener y yo me ofrecí a instalarlo”, arrancó Krassner, que también es baterista, en una charla con La Viola.
Y agregó: “Esa tarde fui a su casa y al entrar escuché que alguien estaba tocando la guitarra. Para mí sonaba raro y dije que estaba desafinada. En ese momento apareció y me dijo ‘¿Qué sabés vos de música? con su voz gruesa intimidante e inconfundible ¡¡¡Cómo yo pude decir semejante comentario!!!”.
Guillermo trató de reparar la situación. Su palabra no sonó muy bien en aquella habitación. “Recién había llegado de los Estados Unidos y había traído un cabezal Soldano y yo solo lo ecualicé. Esto valió un nuevo comentario. Yo imaginé que me iba a invitar a su próximo show. ‘El sábado sos mi asistente y jefe de escenario en el Roxy”.
En 2016, Krassner publicó el trabajo El blues local, más vivo que nunca, donde repasó la obra de Pappo y que tuvo la participación de grandes figuras como Vox Dei, Litto Nebbia, Los Chevy Rockets, Claudia Puyó, el “Tano” Marciello y Ricardo Tapia, entre otros. Todo lo recaudado fue para la obra Don Orione.
– ¿Cómo fue trabajar con Pappo?
– Fue muy especial. Me trató super bien. Como regaló pude compartir el tiempo con su familia que no es para nada poco. Era cero divismo. Entendía que era un trabajo y así me lo enseñó. Pappo era su empresa, su trabajo que le daba de comer. Así uno aprendió a entender el verdadero mundo del rock.