Así lo expresó Sabrina Villalba, una joven que en 2013 le donó de urgencia un riñón a su madre. Los médicos le aseguraron una “vida normal” tras la operación, pero fue rechazado su ingreso al Servicio Penitenciario de Santa Fe por no estar apta para el trabajo
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Cuando en 2013 se enteró que su mamá corría riesgo de vida, Sabrina no dudó ni un instante en donar su riñón como acto de amor, de entrega total a quien le dio la vida. Lo cierto es que en la actualidad, cinco años después del trasplante, su madre goza de un excelente estado de salud y su familia disfruta de su presencia todos los días. Pero esa acción de cariño y afecto total por parte de una joven de 25 años en aquel entonces, hoy le juega en contra en la búsqueda de un trabajo formal. “Al final, el querer hacer un bien terminó destruyendo mi futuro; no consigo trabajo por tener un solo riñón”, expresó desesperada la corondina Sabrina Villalba. En marzo de 2013, luego de que los médicos diagnosticaran como crítico el estado de salud de la madre de Sabrina, Marta Basualdo (quién desde hacía tres años viajaba de Coronda a Gálvez para realizarse diálisis y que desde el 2011 estaba en lista de espera para recibir un trasplante de riñón), la menor de seis hermanos decidió donarle uno de sus riñones a su mamá. Fue así que la operación se llevó a cabo con éxito en la ciudad de Rosario. Sabrina se recuperó en un mes y siguió la recomendación de los médicos nefrólogos: “Ahora, continúa con tu vida normal”.
Pero esa vida normal que le prometieron los especialistas que llevaron adelante la cirugía, se iba a “derrumbar” algunos meses después cuando la joven comenzó el proceso de ingreso laboral al Servicio Penitenciario de Santa Fe. “Concursé para ingresar a los seis meses de la operación y fui superando las evaluaciones con altas calificaciones. En todo momento dejé claro en las inscripciones que había sido donante de riñón. Pero al llegar a la valoración de la junta médica, comenzaron a manifestarme fundamentos sin sentidos por los que no podía realizar el trabajo, pese a que los médicos que me operaron siempre me dijeron que luego de la cirugía iba a poder realizar una vida completamente normal, sin afectación en ningún aspecto”, subrayó Sabrina, quién hoy tiene 30 años, una pareja, dos hijos y la imperiosa necesidad de trabajar.
La mujer recordó que en aquel entonces propuso realizar una audiencia con los médicos que la habían operado en el Sanatorio Parque de Rosario, como también una junta médica con especialistas en nefrología, pero nunca más se comunicaron con ella tras firmarle la constancia de negación de aptitud para el trabajo.
“Presenté un recurso de amparo con un abogado, traté de comunicarme con el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro y también con el secretario de Asuntos Penitenciario, Pablo Cococcioni, los cuales no me atendieron”, sostuvo Villalba y continuó: “Finalmente pedí una pensión y me la denegaron argumentando que podía hacer vida normal, ya que ningún médico podía hacerse cargo de una discapacidad que no tengo”. Entonces, reflexiona: “No entiendo si puedo hacer vida normal, porque al mismo tiempo el Estado me quita la posibilidad de trabajar”. Hoy Sabrina vive en Coronda, es la madre de dos hijos y no tiene trabajo. Hace unos días, en un recurso desesperado por buscar una salida a su dilema, le escribió un mail directamente a la presidencia de la Nación, y obtuvo una respuesta. |