Este año, el mercado de aplicaciones móviles de salud cumple 10 años, según indica el reporte mHealth App Economics 2017. En 2008, con el lanzamiento de las tiendas App Store de Apple y Google Play, este mercado comenzó progresivamente a tomar forma.
De acuerdo a este reporte, la mayoría de los profesionales de salud digital que encaran el desarrollo de este tipo de apps proviene de Europa (47%) y Estados Unidos (36%), el 11% de Asia y el Pacífico, y un pequeño porcentaje de Sudamérica y África.
Dentro del universo de las apps de salud, se encuentran las aplicaciones de salud mental. El artículo de 2016 de la revista Nature Mental Health: there’s an app for that (Salud mental, hay una app para eso, en inglés) analiza el furor de estas apps. Es fácil comprobarlo, basta con escribir la palabra “depresión” en la App Store o Google Play para que aparezcan decenas de recomendaciones de programas de ayuda o tratamientos virtuales.
Algunas de estas aplicaciones diagnostican la depresión y otras realizan un seguimiento de los estados de ánimo y ayudan a “pensar de forma positiva”. Según información difundida por el equipo de investigación en psicología clínica de la universidad de Belgrano, son más de 160.000 las aplicaciones orientadas a la salud y más de 16.000 las aplicadas al ámbito de la salud mental.
Recientemente este equipo, dirigido por Andrés Roussos, investigador del CONICET, difundió un estudio del investigador Stephen Schueller, profesor del Northwestern’s Center for Behavioral Intervention Technologies, con datos alarmantes. Señala que 9 de cada 10 aplicaciones de salud mental disponibles para dispositivos electrónicos no tienen aval científico.
“Mis estimaciones sobre validación no son muy distintas. La inmensa mayoría de las apps de salud mental, el 99%, no tiene más de 1000 descargas. En nuestra región no hay guías para saber qué apps y plataformas son confiables. Lamentablemente esto es lo que nos falta en la región y por lo cual vengo luchando para armar hace varios años”, señala Roussos.
“Cualquier persona que busca algún tipo de ayuda a través de una app lo hace a ciegas, no hay guías. El esquema de validación de una aplicación debe comenzar por una fuente confiable, seguido por el manejo de big data y la realización de estudios de eficacia. Australia lleva la delantera en desarrollo de tecnología en salud mental, con el programa Head to Health. El resto son ensayos comerciales”, apunta el investigador.
Finaliza: “La realidad es que, para salir al mercado, resulta un obstáculo económico invertir tiempo y dinero en buscar evidencia de eficacia”.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 29% de las personas experimentarán un trastorno mental en su vida. Muchas de esas personas (hasta el 55% en los países desarrollados y el 85% en los países en desarrollo) no reciben el tratamiento que necesitan.
El uso de tecnologías sanitarias electrónicas y móviles es avalado por la OMS en su Plan de Acción de Salud Mental 2013-2020, que recomienda la promoción del autocuidado, por ejemplo, a través de estas herramientas.
“Yo he usado internet para controles, para pacientes que están en el exterior. Pero atender a un paciente por primera vez de esa manera me parece terrible”, señala María Elena Charre, psiquiatra especialista en psicología médica con 43 años de experiencia.
Continúa: “Probablemente estas herramientas tengan un lado positivo, pero hay que estudiar mucho y afinar mucho el lápiz con estudios exhaustivos para entender cómo pueden funcionar estas apps, para cada caso. Ninguna app puede alcanzar al tratamiento personificado. Muchas personas “googlean” síntomas (en exceso se denomina cibercondría) y encuentran cualquier cosa en internet”.
¿Y quién es el responsable del contenido?
Según informan desde Google, cualquier persona puede intentar subir una app a Google Play siguiendo estos pasos. Una vez enviada la solicitud, se aplicará un proceso de aprobación para asegurar su calidad y el cumplimiento de las políticas de la compañía. Apple también tiene una guía para desarrolladores, diseñadores y anunciantes que quieran publicar su aplicación en la tienda.
“Las tiendas como Play Store o App Store no se responsabilizan del contenido y la fiabilidad de las aplicaciones móviles. Solo tienen políticas contra software malicioso y actividades ilegales”, afirma Silvia Mónica Gutiérrez, becaria de investigación en GIBIO (Grupo de Investigación y Desarrollo en Bioingeniería) de la UTN, quien desarrolla junto a un equipo apps de salud sobre el sistema cardiovascular.
“Hay instituciones médicas que ofrecen la descarga de la aplicación directamente desde su sitio web y normalmente en la aplicación incluyen referencias bibliográficas a autores e instituciones reconocidas. Están respaldadas por organizaciones gubernamentales. Pero ninguna tienda para bajar aplicaciones tiene una política adecuada y regulatoria que avale la confiabilidad de una aplicación de salud”, finaliza.
Según Mariano Stampella, socio fundador de la empresa de desarrollo de software intive-FDV: “En el caso de Apple todos los lineamientos para el desarrollo de una app están expuestos en su sitio, pero no existen especificaciones para el desarrollo de apps en el ámbito de la salud mental. En el caso de Android, tampoco hay lineamientos específicos, excepto las categorías a las que debe suscribir una aplicación. Por ejemplo, en Google Play existen las categorías de “Health & Fitness” y “Medical”.