Les disgustó que el Gobierno los involucrara en un respaldo a las negociaciones con el FMI; convocaron para mañana a una cumbre para acordar una estrategia común.
En público seguirán guardando las formas, respaldando al Gobierno en su peor trance económico y hablando de “esfuerzo compartido” mientras esperan el detalle y la letra chica del acuerdo con el FMI. En las evaluaciones en privado, en cambio, se quejaron de los manejos que le achacan a la Casa Rosada y que esta semana escalaron como nunca antes desde que Mauricio Macri llegó al poder.
La mayoría de los gobernadores peronistas están muy molestos con la forma como el Gobierno los involucró en la crisis. Pero, al mismo tiempo, todos reconocen estar preocupados por una situación que consideran “delicada” y esperan inquietos las condiciones que el Fondo impondrá al país a cambio del crédito.
Los caciques provinciales ven a Macri repetir una lógica que no les cierra. “Esto viene de lejos. Y se va acumulando. Pasó con la ley antidespidos, con la reforma previsional, con las tarifas y ahora con el Fondo. El Gobierno prende incendios y después nos llama para apagarlos”, repasó ante LA NACION un gobernador peronista que estuvo esta semana en Buenos Aires. No obstante, aclaró que los cimbronazos anteriores no son ni de lejos comparables a la crisis que derivó en la vuelta al Fondo.
Entre quienes viajaron a la Casa Rosada y quienes hicieron declaraciones desde sus provincias cayó muy mal que el Gobierno difundiera sus dichos como muestras de apoyo monolítico e indubitable a la decisión de recurrir al Fondo. “Una cosa es acompañar con responsabilidad y prudencia. Pero de ahí a apoyar la idea de volver al FMI hay un abismo. Hay mucha calentura con cómo usaron sus declaraciones”, sintetizó un allegado a otro gobernador.
El malestar es palpable y se suma al que habían acumulado por el tarifazo y su debate en el Congreso, que quedó expuesto esta semana en el apoyo de diputados del PJ al proyecto para frenar los aumentos. Sin embargo, hay entre los gobernadores un consenso tácito: no es momento de hacer movimientos ni de “aprovechar” la coyuntura para erosionar a Macri. O como lo puso un funcionario del centro del país: “El peronismo es el primero en olfatear sangre, pero los gobernadores no van a hacer nada. A nadie le conviene que haya quilombo ni aprovechar el quilombo para andar encendiendo mechas”.
Todos hablan con todos y, de hecho, tienen previsto reunirse en Buenos Aires mañana. Será un encuentro para evaluar la situación y las implicancias de que el gobierno nacional negocie ayuda financiera del FMI. Quieren evitar las lecturas políticas que, más allá de sus pretensiones, serán inevitables. A la cita, que se realizará en la casa de la provincia de Entre Ríos, se sumarán los diputados del bloque Argentina Federal, liderados por Pablo Kosiner y Diego Bossio, y los senadores del PJ, con Miguel Pichetto a la cabeza.
Los gobernadores tienen claro que las condiciones que el FMI imponga al Gobierno enseguida se trasladarán a las provincias. Dan por descontado un mayor recorte del gasto público y temen que una de las vías para concretarlo sea una nueva reforma previsional que reduzca haberes o suba la edad jubilatoria. También vislumbran un impacto fuerte en el nivel de actividad, el consumo y las economías regionales. Todas dagas certeras para su popularidad y para los planes de reelección que la mayoría abona de cara a 2019.
De hecho, la vuelta al Fondo no hizo más que confirmar una decisión que los caciques vienen alimentando desde hace tiempo: separar las elecciones en sus provincias de la elección nacional. Esa determinación, hasta ahora sostenida en la virtual acefalía del PJ y la falta de un candidato presidencial fuerte, se complementa ahora con una situación económica complicada.
“Era el Fondo o una recesión fuerte”, les dijo Macri a los gobernadores que recibió el jueves en la Casa Rosada. Juan Schiaretti (Córdoba), Juan Manzur (Tucumán), Sergio Uñac (San Juan), Domingo Peppo (Chaco), Hugo Passalacqua (Misiones) y Gerardo Zamora (Santiago del Estero) escucharon de boca del Presidente la descripción del panorama que lo decidió a acudir al FMI, además de un nuevo pedido de prudencia y una promesa de que mantendrá la obra pública. Los caciques desconfían de este último compromiso. Sobre todo, después de que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne anunciara un recorte de $30.000 millones en el presupuesto de infraestructura y, en particular, porque antes de la crisis ya venían observando demoras en el envío de fondos. Ya hay gestiones para que esta semana se reúnan con Macri los patagónicos Alberto Weretilneck (Río Negro) y Mariano Arcioni (Chubut), entre otros. También el salteño Juan Urtubey, que la semana pasada quedó convenientemente “fuera de cuadro” por su licencia por paternidad.