Estudios científicos comprobaron que los adolescentes al ser más nocturnos les cuesta muchísimo adaptarse al horario escolar. Aseguran que retrasar la jornada 30 o 40 minutos sería un cambio significativo.
No se pueden despertar. Quien viva con adolescentes o aquellos que recuerden cuando lo eran, sabrán que para los chicos es casi imposible despertarse tan temprano a la mañana. Antes de las 7.30 tienen que estar en sus aulas, desayunados y despiertos para empezar las clases.
Algunos se quedan dormidos en el aula, otros recién comienzan a escuchar la clase a la media hora desde que empezó.Lo que parecía ser una picardía de la edad tiene sustento científico.
Especialistas demostraron que entrar tan temprano a la escuela influye de forma negativa los rendimientos de los alumnos.Así lo dice un estudio de científicos estadounidenses que comprobó que 6 de cada 10 alumnos necesitaría empezar al menos media hora más tarde para rendir mejor.
El informe salió publicado en la revista Nature y abarcó casi 15.000 estudiantesen dos años.
Sin embargo los investigadores reconocen que desajustar el horario en que los adolescentes entran a la escuela es sumamente difícil ya que está pensando para que se acomode a la estructura familiar donde los padres entran a trabajar en ese horario.
El biólogo Diego Golombek explicó que “los adolescentes tienen un ritmo más nocturno y esto es biológico. Se suman los estímulos culturales que hacen que se acuesten más tarde. Por eso, estamos pidiendo que se retrase al menos media hora el inicio de la clase a la mañana”.
Golombek señaló que hay personas muy matutinas (conocidos como “alondras”) y otras muy vespertinas (“búhos”).
“Los adolescentes son los típicos búhos. En general hacen todo más tarde, se quedan mirando televisión o chateando con amigos. Pero al día siguiente las clases empiezan muy temprano y acumulan una deuda de sueño que hace que haya más ausentismo, se enfermen más y tengan menor rendimiento académico”, dijo Golombek a Clarín.
El principal problema, una vez con el diagnóstico es pensar soluciones. “Lo que hay que entender es que en 30 o 40 minutos de retraso el cambio es significativo”, sostuvo el biólogo Golombek.