La persistente bajante del río Paraná, marcó 1,75 metros de altura en el Puerto de Rosario, ya es calificada de “extraordinaria” por los científicos tanto por su duración como por la caída en el volumen de agua.
Desde mediados de julio el paisaje de la costa rosarina mutó radicalmente: playas extensas con metros de barro antes de llegar a tocar el agua, guarderías con problemas para sacar las embarcaciones o fuera de servicio y caños de desagues a la vista cambiaron la clásica postal de la Costanera.
Pero además, la poca cantidad de agua en la zona de Islas y el secado de muchas de las lagunas internas que conforman el sistema del humedal comienzan a afectar a la fauna de la región, sobre todos los peces que carecen de las condiciones naturales adecuadas para encarar la época reproductiva.
“Estamos saliendo del invierno y todas la comunidades biológicas están esperando el ingreso del agua nueva. En el período de primavera verano empiezan las etapas reproductivas, y precisamos ese estímulo de creciente para generar la reproducción en muchos organismos. La creciente es un impulso para los sistemas biológicos” explicó Pablo Collins, director del Instituto Nacional de Limnología (ciencia que estudia los cursos de agua dulce) de la Universidad Nacional del Litoral.
Según el experto “si esto persiste nos encontraremos con problemas de abundancia de organismos en los próximos meses”.